Por Luis Manuel Aguana
Nunca como ahora a los venezolanos
nos ha hecho falta volver a nuestras raíces. Recuerdo haber visto en algún
documental como se ha recuperado una plantación de un cultivo especial después
de un voraz incendio luego que se buscara de entre los restos chamuscados un
tronco que peleo con el fuego y que conservo su verdor interior a pesar de la
alta temperatura. Luego de colocarlo en germinación y cuidos intensivos, volvió
a nacer la planta prácticamente desde sus cenizas. Algo así nos pasará a
nosotros pero es absolutamente necesario conservar a toda costa lo verde
peleando con el incendio. Y nos hallamos en el medio del más espantoso incendio.
La respuesta está en lo que somos –ese
verdor interior- y que por múltiples razones y golpes lo hemos ido olvidando,
hasta perder completamente la brújula. ¿Cómo saber hacia dónde ir si no sabes
de dónde vienes? Sabemos en donde estamos aun cuando no sepamos al final como
llegamos aquí. De allí mi insistencia de siempre de volver a los principios
cuando sientas que te perdiste en el camino. Cuando te pierdas vuelve a tus
principios. Te aseguro que retomas luego el camino.
El comienzo mismo del camino perdido
entre tantos golpes de Venezuela se halla volviendo a lo que somos. Hemos
venido recorriendo un hilo político que a mi juicio comenzó en Angostura el 15
de Febrero de 1819 cuando el Jefe Supremo de la República, Simón Bolívar,
pronunció la pieza política más importante de toda nuestra historia, el
Discurso de Angostura (ver en https://storicamente.org/sites/default/images/articles/media/1880/Bolivar_Discurso_de_Angostura.pdf).
¿Quiénes somos los venezolanos?
¿Cuál verdor interior debemos pelear para conservar? Bolívar lo describió en
Angostura en 1819: “Multitud de
beneméritos hijos tiene la patria capaces de dirigirla: talentos, virtudes,
experiencia, y cuanto se requiere para mandar a hombres libres, son el
patrimonio de muchos de los que aquí representan el pueblo, y fuera de este
soberano cuerpo se encuentran ciudadanos que en todas las épocas han mostrado
valor para arrostrar los peligros, prudencia para evitarlos, y el arte, en fin
de gobernarse y de gobernar a otros”. Eso somos y eso debemos rescatar
después del incendio.
Lo primero que hizo El Libertador
fue asumir su condición ciudadana y convocar la soberanía nacional representada
en ese Congreso:
“Dichoso el Ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha
convocado la Soberanía Nacional, para que ejerza su voluntad absoluta! Yo,
pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya
que he tenido el honor de reunir a los Representantes del Pueblo de Venezuela
en este augusto Congreso, fuente de la Autoridad legítima, depósito de la voluntad
soberana y árbitro del Destino de la Nación”.
Bolívar devuelve al Congreso el
mando Supremo de Venezuela: “Legisladores!
Yo deposito en vuestras manos el mando Supremo de Venezuela.- Vuestro es ahora
el augusto deber de consagraros á la felicidad de la República: en vuestras
manos está la balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria: ellas sellarán
los Decretos que fijen nuestra Libertad En este momento el Jefe Supremo de la
República no es más que un simple Ciudadano, y tal quiere quedar hasta la
muerte. Serviré sin embargo en la carrera de las armas mientras haya enemigos
en Venezuela”.
Léase bien la significación de esto.
Bolívar devuelve al Congreso el mando para que este realice los Decretos
necesarios que fijen la libertad de Venezuela, y asume su condición de
ciudadano de la carrera de las armas para servir a Venezuela.
En 1819 todavía no se había
alcanzado la liberación de Venezuela. En plena guerra y con el enemigo dentro
del país, El Libertador concibió necesario reunir al Congreso y entregarles el
poder a los ciudadanos para que estos establecieran la mejor formulación política
para alcanzar la libertad y la felicidad del pueblo venezolano. Eso no lo
harían los militares sino los ciudadanos:
“Meditad bien vuestra elección, Legisladores. No olvidéis que vais a
echar los fundamentos a un Pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que
la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente
rango que le espera. Si vuestra elección no está presidida por el genio tutelar
de Venezuela que debe inspiraros el acierto al escoger la naturaleza y la forma
de Gobierno que vais á adoptar para la felicidad del Pueblo; si no acertáis,
repito, la Esclavitud será el término de nuestra transformación”.
Pero la responsabilidad de esta
tarea se ve magnificada porque de acuerdo al Libertador si se concede la
libertad a un pueblo pervertido muy pronto se vuelve a perder:
“Un Pueblo pervertido si alcanza su Libertad, muy pronto vuelve a
perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste
en la práctica de la virtud: que el imperio de las Leyes es más poderoso que el
de los tiranos, porque son mas inflexibles, y todo debe someterse á su benéfico
rigor: que las buenas costumbres y no la fuerza, son las columnas de las Leyes:
que el ejercicio de la Justicia es el ejercicio de la Libertad. Así, Legisladores,
vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres
pervertidos por las ilusiones del error, y por incentivos nocivos. La Libertad,
dice Rousseau, es un alimento suculento, pero de difícil digestión. Nuestros
débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su espíritu mucho antes que
logren digerir el saludable nutritivo de la Libertad. Entumidos sus miembros
por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de las mazmorras, y
aniquilados por las pestilencias serviles, ¿serán capaces de marchar con pasos
firmes hacia el augusto Templo de la Libertad? ¿Serán capaces de admirar de
cerca sus espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí
reina?”.
En otras palabras la libertad
tiene prerrequisitos, no se le puede dar a cualquiera. No la puede entender un
pueblo pervertido. Y ese es mi mayor temor. La vorágine de perversión y
distorsión en la que se ha sumido al país como consecuencia del altísimo grado
de corrupción al que se ha llegado en todos los órdenes de la vida nacional por
la delincuencia que se ha alzado con el poder, podría ser el mayor obstáculo
para alcanzar una libertad perdurable luego de salir de esta tragedia.
Cuando el Libertador se refiere a “nuestros
débiles conciudadanos” no se equivoca si trasladamos al presente esas mismas
inquietudes, y las preguntas hechas allí quedan sin respuesta. ¿Seremos
capaces? En lo personal creo que si lo seremos. ¿Por qué? Porque esa corrupción
no es de ninguna manera del pueblo, es de quienes en mala hora accedieron al
poder. Si tocará educar y crear ciudadanía para evitar que esa perversión
vuelva a ocurrir. Ese es el gran reto y la gran responsabilidad de quienes
accedan al poder después..
Pero eso también tiene prerrequisitos.
Solo necesitamos el desprendimiento ilimitado de quienes les toque conducir, ¡nada
menos! De allí la sentencia categórica de Angostura: “Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras
muertas que poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos, hombres
patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas!”. Estamos
conscientes que no es lo sobresale de la escena política actual. Pero sabemos que
existe. Las líneas maestras están en Angostura, en nuestros principios como
Nación: el poder reside en el ciudadano y allí se encuentran las respuestas
para lograr la libertad. Que la construcción del país y su organización está en
manos del pueblo y sus representantes, “depósito
de la voluntad soberana y árbitro del destino de la nación” para enfrentar
una guerra que no ha terminado, con el enemigo todavía dentro del país, como
ocurrió en 1819.
¿Tuvo Bolívar temor de entregarle
el poder a pueblo representado en el Congreso de Angostura para realizar lo
necesario para alcanzar la libertad? El Libertador nunca le tuvo temor a la soberanía
popular. Lo demostró en Angostura y lo reafirmo mas tarde en la Carta dirigida a
Francisco de Paula Santander en Octubre de 1826:
“En una palabra, mi querido general, yo no conozco más partido de
salud, que el de devolver al pueblo su soberanía primitiva para que rehaga su
pacto social. Vd. dirá que esto no es legítimo: y yo, a la verdad, no entiendo
qué delito se comete en ocurrir a la fuente de las leyes para que remedie un
mal que es del pueblo y que sólo el pueblo conoce. Digo francamente que si esto
no es legítimo, será necesario a lo menos, y, por lo mismo, superior a toda
ley: pero más que todo es eminentemente popular, y, por lo mismo, muy propio de
una república eminentemente democrática”.
Y al final esa fue la solución,
devolverle al pueblo su soberanía primitiva y rehacer el pacto social. Hagámosle
caso al Libertador, ha sido el único venezolano que ganó una guerra entregándoles
el poder a los ciudadanos…
Caracas,
9 de Noviembre de 2018
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana