Por Luis Manuel Aguana
No ha sido suficiente con indicar que el proceso
constituyente es la vía más expedita para resolver la situación de un gobierno
que le está haciendo un grave daño a la población. Por una u otra razón, y por
más que expliquemos que no es verdad aquello que los enemigos del proceso
constituyente han sembrado en la mente de todo el mundo, “que la constituyente
es un camino largo y engorroso”, “que eso dura muchísimo”, olvidando que en
1999 ese proceso duró, con Referendo Consultivo incluido hasta la instalación, 3
meses y algunos días (del 25 de abril de 1999 al 3 de agosto de 1999) y ahora
no necesitamos Referendo Consultivo porque eso ahora está en la Constitución. ¿Cómo
se puede entender eso? Sin embargo la población desesperada parece decir: ¡Quítenmelos
de encima ahora!
La situación se ha hecho tan insostenible para la gente que
un proceso de recolección de firmas, que puede realizarse en días si se tiene
la disposición política de todas las fuerzas opositoras, y luego de eso de 90 a
120 días para elegir e instalar una Asamblea Nacional Constituyente que decida
el destino de los Poderes Públicos, (lo que incluye al Ilegitimo y todos sus
delincuentes) ahora luce cuesta arriba por lo incontenible de la presión social.
Y que este proceso sea el que justifique constitucionalmente
el cambio de gobierno y a la vez le de piso político a una necesaria transición,
eliminando las pasiones que desata el poder, pareciera no ser el procedimiento más
deseado por los protagonistas políticos. De hecho ni siquiera la mencionan en
su menú de opciones, prefiriendo el caos y la anarquía, condimentada por la inflación
y el hambre. La desesperación de la población no ayuda, al punto que en este
momento pide a gritos un cambio inmediato de gobierno y “como sea”. Y es en ese
sacarlos “como sea” donde reside el motivo de esta nota.
No existe manera procedimental formal que obligue sin
discusión a Maduro a dejar el gobierno. La Asamblea Nacional comenzó un
procedimiento que extrañamente no continuó su curso como correspondía, al
destituir a Maduro de sus funciones y no llamar al Vicepresidente para
completarlo. Dejaron eso así tal vez porque el remedio terminaría resultando
peor que la enfermedad debido a que el VP, también tiene doble nacionalidad y habría
que destituirlo también, con todo el camino de tierra que eso implicaría, con
una Sala Constitucional del TSJ cuadrada con el gobierno. El régimen continuaría
en funciones “as usual” pero con un cachimbo diferente a la cabeza, seguramente
mucho peor.
Entonces al pueblo no le quedo otro curso de acción
diferente que la calle, en protesta masiva, consistente y continuada, haciendo
caso omiso a cualquier intento de enfriarla por parte de algunos dirigentes opositores
que la desean vender negociando con el gobierno.
Y en el medio del camino, la única exigencia que pide la
oposición oficial que implica un cambio de gobierno -fuera de las otras que son
de carácter humanitario y de respeto a la institución de la Asamblea Nacional-
son unas elecciones que incluyan las presidenciales, cosa que el régimen no está
en la obligación de conceder más allá de cumplir con las elecciones regionales,
que las debe desde diciembre, y que todo apunta a que serán negociadas por
abandonar las calles.
El régimen esgrime que las elecciones presidenciales son
constitucionalmente en Diciembre de 2018, y le importará un rábano seguir
matando en las calles quedándose en el poder.
Eso es lo concreto que los venezolanos tenemos hasta ahora,
y podemos insistir por la vía de seguir perdiendo la vida de jóvenes venezolanos
en las calles para que el régimen ceda por unas elecciones presidenciales que
se pudieron defender con mucho mejor probabilidad de éxito cuando el candidato
opositor nos mando a bailar salsa y tocar cacerolas, o intentar un camino
diferente establecido en la Constitución.
Ese camino diferente no es otro que la vía constituyente,
que no pasa por abandonar la protesta en las calles sino reorientar su
propósito. Es esgrimir el desconocimiento establecido en el Artículo 350, asumiendo
la vía de la convocatoria por iniciativa popular, sin la intervención de los
Poderes Constituidos, a una Asamblea Nacional Constituyente, respaldándola con
un movimiento masivo de gente en las calles. Es el pueblo en las calles convocando
al Constituyente, el mismo “¡A Cabildo!” de 1810, para decidir no solo el
destino del gobierno sino el destino del país.
De esto no se podrían escapar Maduro ni su régimen, a
diferencia de lo que hacen en la actualidad agarrándose del argumento que
tienen legitimidad para llegar hasta el 2018 aunque el pueblo ya no los quiera.
Al Constituyente lo convoca el pueblo en cualquier momento porque es el Poder
Originario y dueño de la Soberanía. Nadie, ni siquiera ellos, ni las Fuerzas Armadas
que los respaldan, pueden negarse al llamado Constituyente. De hecho, ya lo anunciaron,
en un intento de huir hacia adelante con ese llamado tramposo a una “Constituyente
Popular” de Maduro el domingo 23 de abril.
La oposición venezolana debe sentarse a reflexionar
seriamente, no para abandonar las calles, sino en las razones por las que
estamos en ellas. Si la razón se fundamenta en pedir elecciones, al régimen le
bastará con convocar las elecciones regionales que no resolverán la grave situación
política y económica de los venezolanos, pero que si le darán oxigeno a unos
asesinos para llegar hasta el 2019. Que se olviden de unas elecciones
presidenciales.
De nuevo, los procedimientos ya están elaborados y escritos en
la Alianza Nacional Constituyente para quienes los quieran estudiar. Queda en
manos nuestras si esa Constituyente la hacen ellos con todo su Poder para
quedarse o la hacemos nosotros con la gente en la calle para que se vayan. De
ese modo no los sacamos “como sea” sino como es…
Caracas, 27 de Abril de 2017
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana