Por Luis Manuel Aguana
Las decepcionantes declaraciones del Secretario de Estado de los EEUU, Marco Rubio, en República Dominicana, indicando que según su criterio, no espera que pase nada en Venezuela que cambie la ruta política de los regímenes de Venezuela y Cuba en lo que resta del año 2025, es bien definitoria del verdadero lugar que le ha dado la nueva administración de Trump a las tiranías latinoamericanas en el inmenso tablero de la política mundial de los EEUU, así ellos estén plenamente conscientes de la cooperación de Venezuela con Irán, Hezbolá y Hamás, y de Cuba con China y Rusia:
“Y en el caso de Venezuela, que coopera con Irán, con Hezbolá, con Hamás, en el caso de Cuba, que le ha dado albergue a espionaje chino y presencia a Rusia. Así que esa sigue siendo mi opinión. Ojalá que haya un cambio en esos países. No lo espero que entre hoy y diciembre vaya a pasar, pero esa es la manera en que yo hablo de eso porque es la realidad de cómo se han comportado. Quisiera yo que no fuera así, pero así ha sido por mucho tiempo desafortunada y lamentablemente” (ver Departamento de Estado de EEUU, Declaraciones del Secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, en rueda de prensa conjunta con el presidente de la República Dominicana Luis Abinader, en https://www.state.gov/translations/spanish/declaraciones-del-secretario-de-estado-de-ee-uu-marco-rubio-en-rueda-de-prensa-conjunta-con-el-presidente-de-la-republica-dominicana-luis-abinader/) (resaltado nuestro).
Y es claro que no cambiará si los EEUU no mueven absolutamente nada en su política exterior para que eso ocurra, porque ni en Cuba ni en Venezuela, si las condiciones siguen iguales, los cambios no podrán darse sin ayuda externa, en especial la de los EEUU. Pero si la persona que conduce la política exterior de EEUU dice públicamente que él cree que no va a pasar nada, pueden tener la seguridad de que no pasará nada, salvo que cambie de manera sobrevenida lo que Trump tiene pensado para nuestros países. Y por lo que se ve a simple vista, la decepción tiene fundamento.
Siendo así, pareciera tener razón Moisés Naim cuando dice que lo que finalmente ocurrirá en Venezuela será la resultante de la combinación de tres direcciones diferentes: la línea dura de Marcos Rubio de no negociar con tiranías, la pragmática de Richard Grenell de tolerarlas mientras se encuentren en la órbita de los EEUU (cabe destacar que así se comportaron por muchos años con las dictaduras latinoamericanas en el pasado), y finalmente la beligerante que apoya una acción militar (ver Moisés Naim, ¿Qué significará Trump 2.0 para Venezuela?, en https://www.costadelsolfm.org/2025/02/10/moises-naim-que-significara-trump-2-0-para-venezuela/).
Pero extrañamente nadie aboga por una solución VENEZOLANA, cualquiera que esta sea, cuando resulta que todos dicen que el problema es nuestro. Hasta ahora lo que hemos visto desde el 9 de enero, y al parecer nadie lo ha desmentido, es el tradicional intento de convencer a los militares venezolanos que cumplan con la Constitución y restituyan su vigencia, y en especial ahora cuando todos ellos están plenamente conscientes de los resultados de la elección del 28 de julio de 2024, porque ellos igualmente votaron mayoritariamente por Edmundo González Urrutia (EGU), como se demostró en los centros donde sufragaron los uniformados.
Esa estrategia de presionar a los militares con gente en las calles, se ha aplicado una y otra vez desde el año 2002, cuando fue exitosamente aplicada por última vez, al menos para remover a Hugo Chávez por 48 horas. Y desde ese preciso instante, la tiranía comprendió que no le aplicarían de nuevo la misma estrategia, comenzando por desmontar las FFAA tal y como se conocían históricamente, convirtiéndolas en su guardia pretoriana al servicio de su permanencia en el poder. Y eso no ha retrocedido, sino más bien avanzado en 22 años.
El problema es que al parecer la oposición insiste en aplicar la misma estrategia –como lo demostraron los sucesos del 9 y 10 de enero-, aun después de haber cambiado el sujeto y las condiciones del país desde el 2002 (8 millones de expatriados y una crisis de hambre e inflación), obteniéndose claramente los mismos resultados. No me corresponde cuestionar la insistencia de seguir por ese callejón sin salida aparente, pero como observador externo creo que ya es hora de cambiar la perspectiva.
Y uno de los pasos de ese cambio pasa por terminar de entender que este es un problema de todos. Que no es solo de María Corina Machado (MCM) y EGU, que si bien han hecho un esfuerzo extraordinario por ponernos en el lugar donde nos encontramos, deben comenzar por internalizar que todos en mayoría entregamos un MANDATO que está todavía pendiente por cumplir, y que tenemos todo el derecho de exigirles como dirigentes. Que si bien la ayuda para cumplir ese mandato puede estar en los despachos de Donald Trump y Marco Rubio en los EEUU, no deben ser ellos los que controlen el rumbo de los acontecimientos de nuestro país. Esa conducción se la dimos a EGU y MCM a través de un proceso electoral, no a Trump ni a Rubio, y es INELUDIBLE.
Y si EGU no se juramenta por alguna razón, está eludiendo ese mandato constitucional desde el 10 de enero, esperando que otro país –por ejemplo, los EEUU- lo pongan en Miraflores, a través de esa combinación resultante que menciona Naim en su nota.
Lamento la crudeza del comentario, pero siento que es algo que hay que decir. Si una vez juramentado EGU, MCM y todos aquellos que sean oficialmente nombrados para asumir las responsabilidades derivadas de ese mandato constitucional, se equivocan porque la estrategia que decidieron para liberar Venezuela es sentarse en un banco a esperar cualquier cosa que salga de la Casa Blanca, ¿quién soy yo o cualquiera para cuestionar esa decisión, derivada de un mandato popular? ¡Nadie! Y aunque piense que es un error, tendré que aceptarlo. Pero antes de eso es mero voluntarismo.
EGU sabe mejor que nadie por su carrera de vida, que en diplomacia la forma es el fondo. Que si no se juramenta, para todos los efectos y para todos los países, incluso para aquellos que lo reconocieron, seguirá en una condición neutra que no vale absolutamente nada en la toma de decisiones, por lo que seguirán aceptando al régimen como el único poder en Venezuela, hasta nuevo aviso.
¿Y mientras tanto qué? Seremos como una ficha de cambio que podrá negociarse en cualquiera de los tableros mundiales en los que juegan aquellos que tienen intereses en Venezuela. Seremos fichas de los EEUU, Rusia, Irán, China o de cualquiera. ¿Qué puede impedir eso? Que en Venezuela se genere una situación de magnitud tal, proveniente de un gobierno empoderado por el voto popular, que obligue a la participación de ese gobierno a cualquier cosa que se negocie con nuestro país. Esa situación y magnitud solo la puede decidir un gobierno con el respaldo formal del voto de la mayoría de los venezolanos.
Mientras tanto somos fichas de un juego de Monopolio mundial a la orden de las decisiones de los jugadores. Y dentro de esas decisiones puede estar perfectamente dejar a Maduro en el poder a conveniencia de ellos. El ejemplo más claro de eso es que Trump negocia con Putin el destino de Ucrania sin siquiera preguntarle a Zelensky ni a Europa, como bien señaló Alina Polyakova, presidenta y directora ejecutiva del Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA), en respuesta a la noticia de la reciente llamada del presidente Trump a Vladimir Putin: “Uno, vimos una llamada bilateral que los ucranianos no fueron informados o fueron informados con antelación y tampoco lo fueron los europeos. Y por supuesto, se puso en marcha. Ya hay mucho pánico aquí en Europa, que Europa está siendo excluida de las negociaciones sobre cómo será la seguridad y la paz en Europa en el futuro previsible” (ver Alina Polyakova, Global Stage, La llamada de Trump a Putin es una gran victoria para el Kremlin, en https://youtu.be/6ClkFYZyEwU?t=26). Si eso lo hace el Presidente de los EEUU con un país que ha puesto miles de muertos defendiéndose de una invasión, en aras de imponer su política en Europa, imagínense qué puede hacer con Venezuela.
No es la primera vez que menciono que estamos en una situación de guerra en contra de un régimen que nos la declaró por encima de nuestra decisión demostrada de rechazarlo. Muchos políticos de la oposición todavía creen que tratamos con políticos y no con criminales que por definición no creen en el modelo democrático. A estas alturas deberían estar convencidos. Sin embargo, muchos dirigentes todavía se encuentran rodeados de consejeros que aún no terminan de asimilar en que terreno pisamos y que insisten en seguir las reglas tradicionales para combatir la tiranía, como dejar que los EEUU decidan “lo mejor” para los venezolanos, trayendo como consecuencia la “parálisis por análisis” que estamos presenciando.
Para ilustrar mejor este punto, acudiré a una comparación simple que todos podrán entender, proveniente de un clásico del cine de todos los tiempos, “El Padrino” de Francis Ford Coppola. Podemos recordar la escena donde el nuevo Padrino, Michael Corleone, le dice a su “consiglieri” Tom Hagen: “Tom, tú no eres un consiglieri de guerra”, cuando se desató la lucha a muerte entre las cinco familias mafiosas de Nueva York. El nuevo consejero o “consiglieri” sería su propio padre, quien aun no había muerto, pero que había pasado toda su vida matándose con sus oponentes para sobrevivir con éxito.
Pues bien, la dirigencia opositora venezolana está abarrotada de “consiglieris” de paz, que aún no acaban de entender que se acabó la mal llamada “cuarta República” de Hugo Chávez para no volver jamás, y nos encontramos en una lucha sangrienta desigual que hay que emparejar, y que comienza por comprender que nos encontramos en una guerra con gente torturada, presa y asesinada. Ya es hora de despedir a los “consiglieri” de paz y buscarse a unos buenos “consiglieri” de guerra que los ayuden a impedir que por parálisis usen a Venezuela como ficha de cambio en beneficio de intereses que no son los nuestros, si queremos recuperarla como se ha prometido.
Caracas, 16 de Febrero de 2025
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