Por Luis Manuel Aguana
Hace muchos años aprendí una máxima que siempre aplico
cuando siento que las cosas no están en el sitio donde debieran: “Cuando tengas dudas regresa a los
principios”. Intentaré hacer eso de nuevo. Recordar la fecha del 23 de
Enero para los venezolanos se ha convertido en un símbolo de la democracia, de
reafirmación civil del derrocamiento de una dictadura militar para imponer el
poder del imperio de la ley y la Constitución, sobre el militarismo. Creo que
ese principio fue inoculado a todos los venezolanos, año tras año, después de
1958 por quienes resultaron vencedores de esa gesta. Nadie puede objetar ese “deber
ser”.
Sin embargo, como sabemos, lo que termina siendo “la verdad”
la escriben los vencedores, y el “es” resulta ser una cosa muy diferente. Nada
de lo que ocurrió el 23 de Enero de 1958 paso por generación espontánea. Paso
porque hubo venezolanos que se organizaron a lo interno de las Fuerzas Armadas
desde 1954 y elaboraron un plan militar –que no civil- que debía ponerse en
práctica el 6 de enero de 1958 y se adelanto para el 1ro de Enero por detenciones
del régimen.
De un testimonio en vida del desaparecido Cnel. (Ej) Hugo
Trejo, tomamos lo siguiente: “Esto quiere
decir que para el 1ro de enero (de 1958), todo ese trabajo que empezó en julio
de 1954, que se inició materialmente en enero de 1957 había logrado la coordinación,
la incorporación, el compromiso de todas las Fuerzas Armadas venezolanas,
Ejercito, Fuerzas Navales, Fuerzas Aéreas, y Fuerzas Armadas de Cooperación,
para la acción que habría de iniciarse el 1ro de Enero…” (Testimonio de
Hugo Trejo, en http://www.fundacionjoseguillermocarrillo.com/sitio/audio/trejo/000-2-VEN-HT-0215-01-1228.mp3).
Pero de allí también extraemos algo que considero muy
importante: “Indiscutiblemente, no éramos
revolucionarios, teníamos una gran dosis de romanticismo, teníamos una visión
miope de la realidad, solamente aspirábamos a restituirle al pueblo su dignidad
y su libertad; a restituirle al país el sistema democrático, no había esa
concepción renovadora de cambio porque no éramos políticos. Una vez más los políticos llegarían a
aprovechar nuestra acción militar para usurparse nuevamente el esfuerzo nuestro
enmarcado en un nuevo rumbo a Venezuela…” (resaltado nuestro).
El decir “no éramos políticos” es muy significativo, aunque
el Cnel. Trejo y el grupo de oficiales mencionados por el en su testimonio
pretendían una Junta Militar para deponer al régimen, dejando entrever que
luego los políticos se aprovecharon de su esfuerzo militar para imponer “un
nuevo rumbo a Venezuela”. De acuerdo a su testimonio ellos, los militares, aspiraban también “restituirle al país el
sistema democrático”, solo que Pérez Jiménez
abortó esa conspiración encerrándolo a el y a todos los oficiales involucrados
en ese alzamiento.
¿Por qué Hugo Trejo y el resto de esos oficiales no tuvieron
mayor figuración después del 23 de Enero de 1958, si esas efectivamente eran
sus razones? ¿Qué pasó allí? Nadie podía dudar que ellos fueran los militares
que se movieron efectivamente desde 1954 para salir de Pérez Jiménez y la
dictadura. Conocer la verdadera historia –mas allá de lo que nos cuentan los
vencedores- tal vez podría resultar muy interesante para descifrar como se
llegó a ese 23 de Enero que todos celebramos como una fiesta de la democracia.
Pero lo más importante de eso, para entender cómo, en este
cuadro cerrado militar que vemos en la actualidad, otro movimiento de características
y propósitos similares al de Hugo Trejo pero con sus mismas aspiraciones, pudiera
renacer ahora como el ave fénix sobre sus múltiples limitaciones para un nuevo
retorno a la democracia, en apoyo a la soberanía popular.
Cuando El Libertador en su extraordinaria obra poética “Mi
Delirio sobre El Chimborazo” (http://dept.sfcollege.edu/hfl/hum2461/lecturenotes/19centuryfile/documents/Chimborazo.pdf),
luego de expresar que se había vuelto casi un semi Dios al colocarse por encima
de todos los hombres, decía “¿Y no podré
yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? ¡Si podré!”.
Entonces se presenta El Tiempo poniendo al hombre en su sitio, a lo que con
humildad este responde “¿cómo, ¡oh
Tiempo! no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto?”. Y sería bueno que la respuesta del Arcano la
aprendan todos los políticos de Venezuela:
«Observa -me dijo-, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja
a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral;
no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los
hombres.»
El Libertador en la cumbre y apogeo de su gloria nos da la
mayor lección de humildad política para aquellos que alcanzan el Poder: “Di
la verdad a los hombres”, anteponiendo la moral del Universo ante sus
semejantes.
A la hora de recordar de nuevo esta fecha utilizada por la
dirigencia política para celebrar la democracia, tal vez debieran aprender del
Libertador y hacer su propio delirio sobre este día 23 de Enero. Han disfrutado
la cima del Poder, y aún estando fuera de él todavía nos mienten. ¡Imagínense cuando
vuelvan! Si no lo hacen ellos, yo lo si hago propio llamándolo Mi delirio sobre
el 23, como debiera hacerlo cada venezolano en homenaje a Bolívar.
Ojala que en una fecha no muy lejana, semejante a la que
celebramos hoy –y que estoy seguro que vendrá- la clase política venezolana no intente
de nuevo aprovecharse del esfuerzo de quienes sin ser políticos de profesión,
teniendo igualmente grandes dosis de romanticismo, se arriesgan ahora en contra
de esta dictadura como aquellos que desde 1954 se arriesgaron para que hubiera un
23 de Enero en 1958.
A diferencia de aquel entonces, estamos mejor preparados
ahora. No hay visión miope de la realidad, o gente que no sepa de política; y hoy
no es solo un pequeño grupo dispuesto a “restituirle
al país el sistema democrático”. En esta oportunidad es el país entero en su
conjunto, en ejercicio de su propia soberanía, quien está dispuesto a rescatar
su dignidad y su libertad, por encima de la usurpación y la mentira…
Caracas, 23 de Enero de 2017
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