Por Luis Manuel Aguana
Es así como los jefes ordenan a los policías cuando van a localizar a un delincuente importante. No lo maten, lo quiero vivo, es la consigna. Y eso es así porque precisamente si por alguna razón muere el solicitado, se estropearía el trabajo posterior de investigación que busca acabar con la red que el delincuente ha construido en su carrera delictiva. No basta con que se atrape al malhechor, es preciso también terminar con lo que construyó en el camino. Por eso deseo que el Presidente viva y no me uno al coro de cierta oposición que aspira su deceso antes del 7 de Octubre, por aquella conseja de "muerto el perro se acabo la rabia". Todo lo contrario, nos conviene que llegue vivo y en buenas condiciones físicas a la justa electoral.
Y esto lo digo no solo porque hace falta investigar el hueco negro de corruptelas que esta administración va heredarle a un próximo gobierno de Unidad Democrática, sino porque además lo crucial, y que a mi modo de ver mucha gente ha desestimado, es que la herencia más importante que Chávez dejara cuando deje de ser Presidente, será el chavismo y su singular modo de ser. Eso es en realidad lo que debemos derrotar de raíz el 9 de Octubre, pero para hacerlo como se debe hacer, es imperativo que Chávez este vivito y coleando. Por otro lado, si creo que el Presidente debe ajustar sus cuentas con el Creador dada su condición de enfermo terminal (ver Presidente, muera en Paz, en http://ticsddhh.blogspot.com/2011/10/presidente-muera-en-paz.html), pero también creo que tenemos que darle un cierre final a Chávez y a su “revolución” con elecciones, y les voy a exponer porqué.
El pueblo venezolano creyó en las consignas de Chávez en 1998, con justa razón. Años de larga desidia de un estamento político agotado, hicieron que los venezolanos apostáramos por este desconocido golpista que asumió la responsabilidad en su “Por Ahora”, cuando nadie en este país lo había hecho nunca. La gente dijo "Carajo! Al fin alguien asume la responsabilidad!". Yo viví la vaina, no me la contaron. Todo el mundo simpatizó con el golpista, hasta yo! Igualmente el discurso de Caldera en el Congreso fue una pieza de oratoria que todo el mundo compró completico. Todo cambió en la política de este país, al punto que los venezolanos lo eligieron de nuevo Presidente en 1993 cuando todos lo considerábamos un cadáver político insepulto antes de esa asonada. Se presentían aires de renovación. Venia una nueva gente, una nueva administración del Estado y una nueva forma de ver la política. Todos estábamos a la expectativa.
Luego vino la Constituyente porque la mayoría votó por ella en la creencia de que allí residían los males de los venezolanos. Eso era lo que nos habían vendido y lo compramos. Pero fue un engaño. Lo que vino después fue más de lo mismo, pero peor. No les echaré el cuento porque ustedes lo conocen bien. La efervescencia de un gobierno tan malo como el que jamás habíamos visto todos quienes habíamos vivido los gobiernos adecos y copeyanos fue tal que salimos horrorizados a las calles exigiendo cambios. Y el gobierno nos mostró su verdadera cara totalitaria. Mató gente inocente en las calles el 11 de Abril de 2002. Y las cosas cambiaron. Cambiamos todos. No fuimos más los opositores de antes. Nos hicimos mucho más duros y radicales. El gobierno logró dividir el país en dos.
La violencia, que es la mejor fortaleza del gobierno, se adueñó del corazón de los venezolanos. Chávez es el responsable de haber sembrado exclusión y terror en el país. Nunca como antes, incluso en nuestras propias familias, se había germinado una semilla de odio hacia lo que estaba pasando. Hermanos y familiares se separaron por esta peste que sembró el Presidente en el alma de los venezolanos. Esa será su peor herencia si se muere antes de que lo derrotemos.
Todos coincidiríamos que si Chávez hubiera asomado la palabra “socialismo” o “mar de la felicidad” cubano en su discurso electoral de 1998, no hubiera visto la puerta del Palacio de Miraflores ni por asomo. Lo que vendió y fue exitosamente comprado por los venezolanos fue la palabra cambio. Ocuparse de los asuntos públicos a favor de la mayoría. El basta de enriquecerse a costa del erario público. El utilizar los recursos de nuestra renta petrolera en beneficio de los más desfavorecidos. Pero nada de eso pasó. Y lo poco que pasó fue manipulado para quedarse en el poder. Alrededor de su imagen se construyó una especie de secta según la cual no es posible el país sin su presencia.
Todos los venezolanos cansados de este lamentable sainete queremos que se vaya ya. Pero algunos no se percatan que el fenómeno Chávez no se compone solamente de su liderazgo negativo, sino de todo un hacer, de todo un entramado cultural que se formado a la luz del populismo exacerbado y el aprovechamiento político de las necesidades elementales de los sectores más duramente golpeados de la población, que son la mayoría. El círculo vicioso del chavismo se basa en fabricar cada vez más pobres para que estos a su vez se vean en la obligación de depender de la dádiva del Estado, generando una suerte de mayoría tutelar que teme perder lo que ha conseguido y que jamás le dieron en el pasado pre-chavista. Misiones, becas, reparto generalizado de prebendas hace que ese cáncer- y no precisamente el de Hugo-, se enquiste y crezca sin parar. El chavismo es una máquina de hacer pobres para beneficiarse de ellos.
El pánico que ha generado la candidatura de Henrique Capriles se basa estratégicamente en que las baterías se han enfilado a discutir, sin prisa pero sin pausa y sin confrontación, precisamente los problemas que Chávez tiene 13 años agravando y de los que no se ha ocupado, rescatando ese deseo de cambio que el pueblo venezolano vio en el golpista en 1998. Desde el 12F se vuelven a sentir los aires novedosos que respiraron los venezolanos en 1998, de una nueva forma de hacer política, de gente nueva, de optimismo y esperanza. Eso los tiene muy preocupados y violentos. Necesitan que la atmosfera sea de violencia para que el candidato unitario cambie esa estrategia. En la medida que ven las elecciones más cerca están más nerviosos. Para eso debemos llegar a las elecciones, con Chávez en la mejor condición posible de su enfermedad. Un cambio en esa ruta, que bien podría proporcionar el agravamiento de la salud del Presidente y las luchas intestinas dentro del PSUV por una posible declinación de este a favor de alguno de sus delfines, le daría en bandeja de plata a los sectores recalcitrantes del chavismo la excusa para sumir el país en un ambiente de caos y violencia, llevando al traste la promesa de salir de esto con votos. Sin Chávez en la escena política, puede pasar cualquier cosa.
Algunos opositores a ultranza prefieren salir de Chávez como sea, antes o después del 7 de Octubre, incluso deseando lo primero, cáncer mediante. A ellos les pido que lo reflexionen. Hay que derrotar tanto a Chávez como al chavismo de la mejor manera que se hace en democracia: con más votos. De otra manera, con Chávez muerto, puede ser que salgamos de Chávez, pero no del chavismo; y al país le quedará una materia pendiente para siempre de lo que pudo ser y no fué. Y saldrán múltiples sucesores del prócer de Sabaneta- que ya los hay-, generando una leyenda de un Chávez-Ché, sumiendo al país en una suerte de ingobernabilidad para cualquier Presidente que le suceda. No sólo deberemos enterrar a Chávez-políticamente hablando- el 7 de Octubre, deberemos enterrar también al chavismo dentro del marco de una justa lucha democrática en la que el país rescate desde dentro las esperanzas perdidas de cambio luego de una larga época de oscuridad y engaño.
Caracas, 11 de Marzo de 2012
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