Por Luis Manuel Aguana
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en http://picosong.com/9538/
Siempre
me he manifestado como parte de la sociedad civil. Esa masa librepensadora que
no se rige por ninguna “línea de partido”, ni le rinde culto a ningún
“liderazgo” político. Esa masa que ha sido toda la vida irreverente y que es la
fuerza que solo impacta cuando tiene cauce y dirección. Y es por ella que se
pelean todos los partidos a la hora de buscar su voluntad electoral.
Es la
que da finalmente su aprobación para que algún dirigente partidista ocupe una
posición en un gobierno. Algunos la llaman “pueblo”, pero yo prefiero el nombre
de sociedad civil porque le da carácter ciudadano. De aquella que vota a
conciencia, no porque la compren con comida o con populismo.
Los
votos ciudadanos siempre han sido el capital político de los partidos, y estos
siempre se olvidan que ellos no les pertenecen, que son de la gente. Muchas
veces en el pasado, a cuenta de un respaldo dado por la población a algún
candidato, este ha malbaratado ese respaldo, que en su esencia es efímero. Es
una suerte de fotografía del día de la elección pero que es tan volátil como el
alcohol, se evapora muy rápido al pasar del tiempo.
Los
partidos le tienen ojeriza a quienes participamos en organizaciones de la
sociedad civil. Son como las personas picadas de culebra a quienes les aterran
los bejucos. Me imagino que debe ser por aquello de la llamada “anti política”
de finales de los años 90’s que se consolidó como una fuerza que arrasó con la
credibilidad de los partidos, al punto de hacerlos casi desaparecer.
Ya había
comentado ese comportamiento de los partidos políticos hace bastante tiempo
(ver El Limbo Democrático: Anti política y Sociedad Civil en http://ticsddhh.blogspot.com/2012/01/el-limbo-democratico-anti-politica-y.html)
indicando el temor irracional que tienen a que la sociedad civil ponga
en tela de juicio su actuación o sus desviaciones. O dicho de otro modo: la
falsa creencia que la crítica fundamentada a la actuación de los partidos por
su comportamiento, puede perpetuar el régimen, o peor aún, acallar a aquellos
quienes reclamamos comportamientos como los que precisamente nos llevaron a él.
Es un tema que tiene bastante fondo, entre otras razones
porque la conformación jerárquica y militante (de allí el término “militar en
los partidos”) que tienen todos los partidos políticos venezolanos hacen que
aquellos que se inscriben en ellos deban seguir “líneas” de su dirigencia
nacional, siendo como soldados que “cumplen” órdenes aunque estas sean
equivocadas o su fundamento solo pueda estar en las manos de un pequeño cogollo
de dirección política. Un partido sin una dirigencia esclarecida puede llevar a
un grupo al despeñadero sin que sus militantes se percaten de ello. Y si ese
partido tiene cierta simpatía entre muchos, sus decisiones equivocadas nos
arrastran a todos.
Algunos podrán indicarme en este punto que tengo algo en
contra de los partidos. Todo lo contrario. Hay que realizar un análisis serio, sincero
y profundo de que es lo que está pasando en nuestros partidos políticos para
resolver la clave del porqué seguimos como estamos. Y eso también nos lleva a
que deba resolverse definitivamente ese trauma que tienen los políticos con la
sociedad civil y que todavía perdura en el fondo de su subconsciente: la “anti
política”.
Todos los venezolanos aprendimos con mucho dolor desde la
destrucción de los principales partidos en 1998 que no podemos prescindir de
los partidos políticos. Esa experiencia nos trajo a un desastre del que aun no
salimos. Unos partidos debilitados y carcomidos por la corrupción y el mal uso
del poder, fueron presa fácil de quienes le pasaron factura a su dirigencia. La
matriz de opinión formada como consecuencia del desbarranco y los errores de
nuestro período democrático dieron al traste con la credibilidad de la
dirigencia política, de la cual aun no levantan cabeza, dando paso a que
llegara un “salvador” que resultó ser un fiasco destructor de nuestro país.
Queremos y necesitamos que nuestros partidos democráticos
tengan la credibilidad y fortaleza para poder salir todos del barranco en que
nos encontramos. Pero eso pasa por hacer causa común con quienes nos hallamos
en la acera de la sociedad civil. Eso es todo un reto porque ellos deben entender
que no pueden solos. Eso significa que hay que abrir la mente a nuevas opciones
de trabajo. A nuevas formas de organización diferentes a las estalinianas
provenientes del comunismo del cual salieron las actuales formas de
organización de los actuales partidos. De realizar un trabajo en equipo
orientado a resultados, con gente que no se deja “dar línea” y de oír opiniones
contrarias a tales “líneas” sin que eso signifique que estamos jugando a la
“anti política”.
Fue la sociedad civil quien por primera vez planteó la
solución a la grave crisis del país a través de la convocatoria a una Asamblea
Nacional Constituyente. No es nuevo el planteamiento del Proyecto País
Venezuela Reconciliada Vía Constituyente (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/),
tiene más de 10 años. No fueron pocas las reuniones con todos los partidos y
lideres políticos de la oposición democrática para sugerirles ese camino desde
muchísimo antes de las elecciones presidenciales de 2012. Pero no fue entendido.
De allí mi reclamo al candidato días después del recule del 17A (ver La Hora de
la Sociedad Civil http://ticsddhh.blogspot.com/2013/04/la-hora-de-la-sociedad-civil.html)
cuando por primera vez manifesté mi
apoyo al proceso constituyente de los gochos del Táchira.
Vimos con mucho agrado y sorpresa que públicamente algunos
importantes dirigentes políticos publicaron en las redes y periódicos de
circulación nacional, y dos días antes de las elecciones regionales de 2013, un
comunicado titulado “Después de votar el 8D, Venezuela debe convocar a una
Constituyente” (ver http://www.ventevenezuela.org/venezuela-debe-convocar-una-constituyente/)
en abierto apoyo al proceso constituyente.
Pero eso no se materializó. Concluimos que si los partidos
no acababan de entender el planteamiento tendría que moverse el doliente, la
sociedad civil. Eso motivó a que muchos nos movilizáramos por todo el país a
explicar porque era necesario que para que se diera un Proyecto de país que nos
condujera al desarrollo era imprescindible un proceso constituyente para
reconciliar y reconstruir a Venezuela. Explicarle a la gente que el proceso de
recuperación de la soberanía y la restitución del Estado de Derecho pasa por
esa solución. En el camino nos encontraríamos con los partidos que a la final
entenderían que esa era la vía correcta.
Afortunadamente se han comenzado a dar pronunciamientos
públicos acerca de la necesidad de transitar la vía constituyente de la cual la
sociedad civil es la principal abanderada, porque aquí no se trata de
protagonismos de partidos, ni de cargos ni de votos para nadie. Se trata de
buscar adonde se encuentren a los reales representantes de ese “pueblo” que yo
llamo la sociedad civil, la verdadera depositaria de la soberanía y convocarla
para discutir a Venezuela.
Es hora que esa sociedad civil y los partidos que apoyan la
iniciativa constituyente le den cauce y dirección a esa fuerza potencial contenida
en la población. Estoy seguro que de alguna manera eso nos dará el milagro de resolver
esa fusión perdida entre partidos y sociedad civil tan necesaria para recuperar
y consolidar la democracia. Tal vez ese sea uno de los mejores resultados de
ese histórico proceso…
Caracas,
10 de Septiembre de 2014
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana