sábado, 8 de octubre de 2016

El orden de la transición si afecta el producto

Por Luis Manuel Aguana

Una de las discusiones más difíciles que hemos sostenido en relación a la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, ha sido cuando debe convocarse y quien debe hacerlo. Hay una apreciación, surgida del devenir histórico venezolano, según la cual “todas las constituyentes en Venezuela siempre han sido convocadas desde el Poder”. Esto es, las convoca quien ya tiene literalmente  “amarrado el burro” y al final decide cual es su objetivo y para que quiere “su Constitución”.

Es de allí que han surgido la multiplicidad de textos constitucionales a los que muchos hacen referencia, según la cual despachan de un viaje a otra posible Constituyente porque “Venezuela ha tenido muchas Constituciones”. Y yo no veo que ese sea un problema. Deberemos tener las que sean necesarias hasta alcanzar un Pacto Social que se adecue finalmente a nuestra realidad política y cultural.

Una vez que Chávez alcanzara el Poder en 1998 a través del voto popular, hizo lo que había prometido en su campaña electoral: convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. He contado en varias ocasiones en este blog la manipulación realizada en esa convocatoria, sin embargo es importante puntualizar que terminó haciendo lo que siempre había señalado la historia: una Constitución a su medida. Hugo Chávez y su mayoría en la Asamblea Constituyente aumentaron las atribuciones del Presidente de una manera grosera, se eliminó el Senado, y otro montón de cosas más que disminuyeron sensiblemente el control del Poder Legislativo sobre el Poder Ejecutivo. Efectivamente esa Constituyente se hizo desde el Poder.

Pero, ¿debe ser ese el destino de todas las Constituyentes en Venezuela? Para poder hacer una nueva Constitución que “matara” definitivamente  a la Constitución de 1961 (recuerden lo de “moribunda”), se tuvo que convocar al Poder Constituyente Originario. Se convocó al Soberano para consultarle si deseaba o no una Asamblea Nacional Constituyente, y el pueblo contestó afirmativamente. Como consecuencia de eso, en el texto constitucional definitivo tuvo entonces que quedar plasmado para la historia, en el Artículo 347, esa decisión: El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución.”.

Ya no quedó solamente para quienes detentan el Poder la posibilidad de convocar al Constituyente, sino al mismo pueblo venezolano. Ya no es necesario consultar ahora si el pueblo desea o no una Constituyente, si en su caso el pueblo mismo puede convocarla. Esto está determinado en el Articulo 348: La iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente podrán tomarla el Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; la Asamblea Nacional, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; los Concejos Municipales en cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los electores inscritos y electoras inscritas en el Registro Civil y Electoral...”. (Subrayado nuestro)

El planteamiento que impulsamos desde la Alianza Nacional Constituyente (http://ancoficial.blogspot.com/) se basa en este principio constitucional fundamental: Si el pueblo de Venezuela es el depositario del Poder Constituyente Originario (Art. 347)  y convoca a una Constituyente siguiendo los requisitos constitucionales establecidos (Art. 348), este determinará en esa Asamblea el destino de este país, incluyendo a su gobierno, sin más reglas que este mismo se de para su propia convocatoria, siendo que sus decisiones no pueden ser objetadas por los Poderes Constituidos, como lo establece el  Artículo 349: “El Presidente o Presidenta de la República no podrá objetar la nueva Constitución. Los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente.”. (Subrayado nuestro). Esta es nuestra fundamentación para que una Asamblea Nacional Constituyente sin impedimento alguno no solo cambie las estructuras políticas fundamentales del Estado en favor de todos los venezolanos, sino que decida en el proceso destituir, por ejemplo, a la primera semana de instalada, a todos los Poderes Públicos y establecer un Gobierno de Transición perfectamente constitucional.

Si en 1999 el pueblo de Venezuela fue consultado para que delegara en el Presidente de la República las reglas para la convocatoria y elección de los ciudadanos constituyentistas, esto es las Bases Comiciales, este mismo pueblo puede perfectamente en una nueva convocatoria no delegar esta vez en nadie esa facultad, estableciendo él mismo su propia reglamentación para la elección de esa Asamblea Nacional Constituyente, y así aprobarlo en la misma manifestación de voluntad con la cual se convoca con la Planilla de Recolección de Firmas. Y asimismo, establecer el régimen concurrente de gobierno entre el Poder Constituyente y el Poder Constituido hasta que se produzca la elección de los ciudadanos constituyentistas. A eso lo hemos llamado ahora Bases Constituyentes, con una propuesta formal a los ciudadanos: “Bases Constituyentes, Propuesta de los Ciudadanos para la Reconciliación y el Cambio” (ver documento en http://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html).

En otras palabras, el pueblo decidiendo su propio destino. Entonces, entendemos como Transición a aquel tiempo que parte desde el momento en que la Asamblea Nacional Constituyente decide la sustitución de todos los Poderes Públicos, incluyendo al Presidente de la Republica, el Tribunal Supremo de Justicia, y al Consejo Nacional Electoral, y a todos aquellos que considere conveniente, hasta el momento que se produzca una nueva elección con una nueva Constitución, producto de esa Asamblea Nacional Constituyente. Entendido así, el Gobierno de Transición vendría después de electa e instalada la Asamblea Nacional Constituyente.

Sin embargo, a la luz de nuestra historia republicana, incluyendo la más reciente de 1999, algunos amigos consideran este planteamiento difícil de aceptar, porque de acuerdo a ellos primero tiene que haber el cambio del gobierno para que después éste convoque a una Constituyente.  Si bien es cierto que la situación del país amerita un Gobierno de Transición inmediatamente, no menos cierto es que la única manera de llegar a él constitucionalmente y sin la convocatoria al Constituyente es a través de un Referendo Revocatorio. Y ya ven lo mal que estamos en ese departamento.

En el caso hipotético que se revoque a Maduro este año, veo muy difícil que la oposición oficial convoque a un proceso Constituyente, dadas las amenazas que este representa para las aspiraciones de los actuales actores políticos opositores. Y como dice un compañero de la Alianza muy acertadamente, la oposición oficial al igual que solicita las firmas de los venezolanos para la convocatoria al RR debería al menos comprometerse, luego de revocado el Ilegitimo, a realizar la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Así podríamos ver si existe realmente una verdadera vocación de cambio político integral en su planteamiento, más allá de un “quítate tú para ponerme yo”.

Y aun cuando esa Constituyente sea convocada desde un supuesto nuevo Poder opositor, habría una altísima probabilidad de que tenga el mismo sesgo que la de 1999: ser una vez más en la historia un producto a la medida del que la convoque desde el Poder. Y en el caso, también hipotético, de existir un golpe de Estado, no creemos –salvo que la realidad demuestre lo contrario-  que los nuevos gobernantes  les interese ceder ese nuevo espacio de Poder al Soberano a través de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, a pesar de ser el camino más lógico e idóneo para re institucionalizar el país, en especial si el cambio es a la fuerza.

Entonces una cosa es un Gobierno de Transición antes de una Constituyente y otra muy diferente es un Gobierno de Transición después de ella, y designado por los representantes legítimos del pueblo, sus propios constituyentistas. ¿Cuál de los dos Gobiernos de Transición creen ustedes que tendría mayor estabilidad y legitimidad? ¿Quiénes gozarían de mayor peso político y respaldo popular para tomar las difíciles decisiones que les corresponderá tomar en un país destruido por una tiranía? Entonces el orden de la transición si afecta el producto.

Si por razones de orden estrictamente político y social, la gravísima crisis por la que atraviesa Venezuela precipita los acontecimientos y se instala un Gobierno de Transición antes de una Constituyente, ese gobierno de transición que surja no será estable ni legítimo sin que exista en paralelo un proceso que le de esa legitimidad constitucional a través de la convocatoria al Poder Constituyente Originario. Si no es así, el producto final debido al cambio obligado de los factores será nefasto para los venezolanos, y viviremos un remedio peor que la enfermedad. Muy pronto sabremos que vendrá primero, pero no sin antes llamar desde ahora mismo a los ciudadanos a firmar libremente para convocar esa Asamblea Nacional Constituyente de carácter Originario. El país lo necesita urgentemente…

Caracas, 8 de Octubre de 2016

Twitter:@laguana

jueves, 6 de octubre de 2016

De la inevitabilidad a la trascendencia

Por Luis Manuel Aguana

Pareciera que estoy titulando esta  nota a lo Milan Kundera en la “La insoportable levedad del ser”, pero sin aspirar a tener la misma profundidad de ese autor. La muerte es inevitable. Los impuestos son inevitables y al parecer el curso de los acontecimientos políticos en nuestro país también luce tener un curso inevitable. Pero, gracias a Dios, lo que a veces se percibe como inevitable no lo es porque en ello siempre interviene la voluntad divina.

Siempre me pregunté porque la oposición oficial, aún a sabiendas de la inconstitucionalidad de las decisiones del CNE en relación al RR y la imposibilidad racional de alcanzar ese número mínimo de firmas con el tiempo y la tecnología biométrica en contra, había decidido continuar cual Titanic rumbo a un iceberg imposible de evitar. Y la respuesta es el conflicto.

Ustedes tendrán que disculparme por no pensar como un político profesional en funciones de tratar de llegar al Poder. Cuando uno se pone en ese rol las perspectivas cambian. El problema allí no se centra en lo que pasará en Venezuela, ni cuanta gente incluso pueda morir, aun cuando eso suene duro. El tema se basa en si como político, sobrevives al trance, y si todavía llegas a lograrlo, tienes oportunidad de alcanzar el Poder. Son decisiones muy fuertes que solo están condicionadas por la ética y la moral de los actores involucrados.

Los venezolanos vamos rumbo a un conflicto provocado, e incluso esperado, por la torpeza de quienes toman las decisiones en el régimen, comenzando por el propio Nicolás Maduro, pero con la anuencia de la oposición oficial al haber convencido al país que el RR es la última frontera para resolver el problema político. El tamaño y la naturaleza de ese conflicto lo dictará la situación misma que se presente en las 5.392 colas en todo el país frente a las máquinas que el régimen dispuso para consignar las manifestaciones de voluntad de los venezolanos para revocarlo.

Efectivamente el RR es constitucionalmente una forma de despedir a Maduro, pero las reglas las pone a quien pretendemos despedir, con un CNE parcializado y apéndice electoral del régimen. Un coctel explosivo que ahora tiene fecha.

Pero el RR no es solamente eso. También es la única manera de salir del régimen de Maduro asegurando la continuidad de la claque opositora oficial. Y esa es la respuesta de mi pregunta ingenua del porque insistir en un RR que nos lleva a una confrontación porque no hay forma técnica de conseguir esas manifestaciones de voluntad, no solo por las pocas máquinas que serán colocadas estratégicamente en los sitios convenientes para el régimen y al poco tiempo para hacerlo, sino porque existe otra manera de resolver el problema sin que sea la población la que pague los platos rotos. Y esta no es otra que convocar a una Asamblea Nacional Constituyente de carácter Originario, recogiendo las firmas de un 15% del Registro Electoral  al margen de los Poderes Constituidos, y luego de esto exigir el respeto de las Fuerzas Armadas a ese Poder Originario. Esa es la verdadera última frontera.

Pero ¿por qué la oposición oficial no ha hecho uso de esta solución perfectamente constitucional, aún estando en conocimiento de ella? La Alianza Nacional Constituyente le ha hecho llegar a la MUD a través de su Secretario General todos los documentos y procedimientos necesarios para hacerlo, incluyendo una propuesta publica para la recolección de las firmas para el proceso constituyente durante los tres días del RR (ver Manifiesto Tres Días Dos Firmas para el Cambio en http://ancoficial.blogspot.com/2016/08/tres-dias-dos-firmas-para-el-cambio.html).

Sin embargo el rumbo de los acontecimientos luce inevitable. Pero la inevitabilidad puede convertirse en trascendencia si la oposición oficial en lugar de pensar quien será el próximo Presidente al “salir de Maduro”, piensa en cómo será el próximo País después del desastre castro-chavista-madurista.

Con un proceso constituyente se enfrían las aspiraciones de Ramos y Capriles de ser Presidentes después de Maduro, dándole paso a una profunda discusión del país entre todos los venezolanos de manera reconciliada, representados de una manera legítima en una Constituyente Originaria por constituyentistas de todas las tendencias, incluyendo la del chavismo; y se le da la oportunidad a esa Asamblea para decida cómo será el próximo gobierno de transición hacia la democracia y quienes lo conducirán.

En este enfoque no estaría en las manos de las cúpulas partidistas opositoras la decisión de convocar al pueblo a una Constituyente después de tener el Poder, y que por supuesto NO convocarán nunca por razones obvias, sino que sería el mismo pueblo quien se convocaría para reestructurar el sistema político y rehacer el tejido institucional del país, realineando a todos los factores después de un proceso Constituyente. La diferencia es abismal.

¿Será posible que esa trascendencia sea comprendida por los factores políticos de nuestra oposición oficial? Después de todo lo que ha pasado en Venezuela cualquiera diría que tiene una duda razonable. Yo la tengo. Sin embargo no será este analista, que desde este modesto rincón de la red se ha dedicado insistentemente a machacar todos estos principios, quien diga cuál será el final de esta historia. Solo la fuerza de los acontecimientos y la mano de Dios será quien nos diga lo que sucederá en Venezuela. Lo único que si puedo decir es que la historia nos ha enseñado una y otra vez que la única manera de evitar lo inevitable de la muerte es trascendiendo. Queda de aquellos que no desean morir entenderlo, dejando de pensar en ellos para comenzar a pensar en Venezuela. Quienes lo hagan tendrán su puesto asegurado en la historia aún mucho tiempo después de morir…

Caracas, 6 de Octubre de 2016

Twitter:@laguana