Por Luis Manuel Aguana
Ian Bremmer, uno de los analistas de política global más prestigiosos del mundo, tituló un artículo en fecha reciente de la siguiente manera: “Maduro no se irá” (Maduro won’t go), concluyéndolo pragmáticamente con este párrafo:
“Hasta la fecha, tanto el enfoque de mano dura de Trump como la estrategia de compromiso de Biden han fracasado, porque Estados Unidos no está en mejores condiciones para desalojar a Maduro que las que tuvo para barrer al cubano Fidel Castro. Maduro, al igual que Castro, tiene amigos en Pekín y Moscú dispuestos a proporcionar cobertura diplomática y el dinero suficiente para hacer inútil la influencia estadounidense. Hasta que no se produzca una revuelta en el seno de la alianza interna de patrocinadores, clientes y facilitadores de Maduro, el hombre fuerte seguirá siéndolo.” (ver Gzero, Ian Bremmer, Maduro won’t go, 04-09-2024 en https://www.gzeromedia.com/by-ian-bremmer/maduro-wont-go).
Ninguna tiranía latinoamericana ha tenido antes tanto apoyo exterior como lo ha tenido la tiranía de Nicolás Maduro Moros, por lo que se hace imposible analizar la permanencia o no en el poder del régimen de Maduro sin revisar antes esa perspectiva ampliada, lo que sesga de manera determinante las decisiones y opciones que podría tener la oposición para encontrar una solución adecuada para enfrentar el golpe de Estado a la soberanía popular perpetrado el 28J.
Con base a eso, la oposición debería leer con cuidado la última frase: “Hasta que no se produzca una revuelta en el seno de la alianza interna de patrocinadores, clientes y facilitadores de Maduro, el hombre fuerte seguirá siéndolo”. Pero, ¿cómo se produce todo lo mencionado por Bremmer si la estrategia demostrada tiene mayor peso en la perspectiva local del problema, actuando en consecuencia en una sola dimensión? Porque en ese planteamiento existen efectivamente dos dimensiones, la local y la global.
Como la “alianza interna de patrocinadores” referimos a quienes desde adentro –la dimensión local- apoyan y sostienen al régimen porque es de su más alto interés el tipo de gobierno de corte delincuencial que impera en el país: los narcotraficantes, la guerrilla colombiana, los responsables de la explotación ilícita de recursos –minerales y de otro tipo-, y en general toda la corrupción del régimen, especialmente en las FFAA.
Desde afuera –la dimensión global- se encontrarían “los clientes y facilitadores de Maduro”, a quienes por otras razones, geopolíticas principalmente, les es vital que el régimen no caiga, aunque cada uno de ellos tenga razones diferentes: Rusia, China, Irán y Cuba de manera directa, y otros como Turquía de manera indirecta.
Si ponemos atención a las respuestas que la oposición ha dado hasta ahora “para que caiga Maduro” y entregue el poder a quien resulto con la mayoría de los votos el 28J, ninguna de ellas responde a combatir alguna de esas perspectivas, si tenemos en cuenta que serían ellas las verdaderas responsables de la permanencia del régimen en el poder. Es posible que respondan a mantener un clima de conflictividad y desestabilización social desfavorable para el régimen, pero que nunca irán en la dirección de resolver el meollo del problema que es su permanencia en el poder.
La escala planteada por el analista Ian Bremmer solo llega a visualizar el tema desde la perspectiva global, sin descender, más abajo, a la micropolítica de lo local. Eso lo debemos hacer nosotros los venezolanos, pero entendiendo que sin ver el panorama completo por arriba es imposible conocer adonde estamos y las interrelaciones de elementos que vistos localmente parecieran estar desconectados. Y por no ver lo que sucede en una escala superior, aplicamos soluciones que difícilmente tendrán el efecto esperado porque no están conectadas a un mayor nivel. Y eso tiene consecuencias porque se termina perdiendo un tiempo valioso aplicando soluciones que solo tendrían efecto si el mundo no funcionara a escala global y de manera sistémica.
Ya el mundo entendió esto desde hace tiempo y comprende que, por ejemplo, los problemas de Derechos Humanos, del ambiente, las migraciones masivas como la venezolana y la lucha en contra de delitos transnacionales como el narcotráfico, no pueden tener una respuesta únicamente local, porque existe un mundo interconectado e interdependiente que debe activarse para poderle dar una respuesta efectiva al problema.
De lo anterior se deriva que la solución del problema complejo que representa Nicolás Maduro Moros para los venezolanos, para la región latinoamericana y para el mundo en general, requiere de una respuesta global y local simultáneamente, y que en nuestro caso específico todo apunta a que la acción global es la prioritaria. ¿Y por qué? No solo porque nuestro problema interno sobrepasó nuestras fronteras territoriales, sino porque existe una nueva “guerra fría” que intenta imponer un mundo multipolar con países como los arriba mencionados, que le disputan a los EEUU, por diferentes razones, el control económico, militar y político del mundo. Y nosotros nos encontramos en el medio de esa nueva guerra, como la principal cabeza de playa latinoamericana de esos países, lograda por obra y gracia de un régimen que entregó a Venezuela a esa lucha a cambio de poder y dinero.
Es por eso que Ian Bremmer dice que Maduro no se irá. Y todavía se nos plantea a los venezolanos que utilizando las mismas estrategias aplicadas a las dictaduras latinoamericanas de principios y mediados del siglo XX, entre las que se cuentan invasiones armadas y golpes de Estado militares por traiciones al régimen de turno, a la usanza de los 40s y 50s venezolanos, podremos deshacernos de este cáncer completamente inédito, sin tocar la verdadera causa del problema y sin provocar un conflicto de escala planetaria, como el que ocurrió con la Cuba de los años 60s, donde los EEUU dejaron al pueblo cubano a merced de un tirano sanguinario, sin tocarlo, por proteger su seguridad nacional frente a la URSS, en una compleja negociación política.
Aunque los tiempos hayan cambiado, los conceptos de poder y dinero no lo han hecho. Y ahora hay más en juego que antes al tener el control de un país como Venezuela. A ninguno de los participantes de este juego complejo y global le interesa convertir a Venezuela en un teatro de guerra, pero Maduro y su grupo son solo fichas que pueden ser removidas a cambio de posiciones ventajosas por los verdaderos jugadores con poder planetario. Es allí donde tendrá que jugarse esta partida compleja si queremos comenzar a resolver esta crisis. Y si queremos que no nos repartan como lo hicieron las potencias después de la II Guerra Mundial en Europa, deberíamos estar a ese nivel y en el lugar correspondiente, no en Venezuela, jugando a las escondidas con un régimen protegido…
Caracas, 6 de Septiembre de 2024
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