Por Luis Manuel Aguana
Una de
las cosas más difíciles de explicar dentro del desarrollo que hacemos del
Proyecto País Venezuela Reconciliada Vía Constituyente (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/),
es que esta propuesta es realmente un borrador de trabajo. No es un dogma que
se está tratando de imponer. De hecho, ese es el papel a discutir que requiere para
su materialización de una Constituyente. Lamentablemente eso, que es lo
principal, no es lo que se ha discutido sino la carpintería necesaria para
cambiar la Constitución, que es el proceso Constituyente.
Se
puede estar en desacuerdo con nuestra propuesta de cambiar el esquema de
distribución del poder en el sistema político venezolano, pero nadie puede
negar que esa es una discusión que hay que dar. Y que el mejor escenario para
realizarlo es una Asamblea Nacional Constituyente, porque es allí en donde la
sociedad venezolana se encontraría en la persona de sus legítimos
representantes-los Constituyentes-, y podríamos todos, basados en unas reglas
justas, llegar a los acuerdos necesarios para realizar esos cambios en paz. Nosotros
llevamos una propuesta basada en un esquema conceptual que prioriza la relación
del ciudadano sobre sus gobernantes, y cuya principal razón de ser es la
búsqueda de una solución estructural a los problemas del país.
Ahora
bien, se ha contrapuesto el argumento a la convocatoria de una Asamblea Nacional
Constituyente a que primero debemos resolver el grave problema de soberanía y
la invasión castro-comunista que se desarrolla en Venezuela. Ese argumento ha
confundido a la opinión pública, dando origen a un rechazo a la convocatoria
constituyente basado en que nosotros no tenemos en cuenta esa situación, cuando
en realidad es todo lo contrario.
Lo
primero que debemos entender es que aquí hay dos problemas completamente
diferenciados que lamentablemente se han mezclado en esta discusión. El primero
de ellos es el agotamiento de una forma de Estado que hacía aguas en 1998 y que
se enmascaró y congeló con la llegada de Hugo Chávez al poder. Esto es, los
partidos y su forma de gobierno hicieron crisis y por ello salió un “salvador”
de la nada en 1992 y que se eligió Presidente en 1998. Y lo segundo es que esa
crisis estructural del modelo, que aún no se corrige, devino en comunismo.
Los
gobernantes de ese entonces SABIAN que el sistema debía ser corregido, debían
hacer realidad los postulados de la descentralización prometidos desde la
promulgación de la Constitución de 1961, y no lo hicieron. Debían soltar las
libertades económicas y no lo hicieron. Las recomendaciones de la Comisión para
la Reforma del Estado (COPRE) fueron engavetadas e ignoradas. Difícilmente un
país sin correcciones estructurales saldría de la “crónica de una muerte
anunciada”.
Mucha
de aquella “claque” política responsable de esa debacle de los partidos –ladrones
y oportunistas políticos de oficio-, se constituyeron en apoyadores de lo que
hoy es el proyecto revolucionario rojo-rojito. No vinieron del espacio
exterior, son ex adecos, ex copeyanos, ex masistas, ex cualquier-partido que no
iban a tener nunca la oportunidad de ponerle la mano a las arcas públicas si
continuaba el maridaje adeco-copeyano. Pero la corrección estructural del
sistema político continuaba sin realizarse. Y todavía continúa sin realizarse.
El
gobierno de un Comandante alocado que decía al comienzo que no era comunista,
devino en uno. Las fuerzas internacionales que luchaban desde hacía décadas por
ponerle las manos a la joya de la corona latinoamericana encontraron el caldo
de cultivo perfecto para inocular el veneno. Una clase gobernante corrupta,
mucha plata para repartir y un gobierno que se iniciaba sin saber cómo se
gobernaba un país, fue la tormenta perfecta para que se iniciara nuestra
pérdida de soberanía. El resto fue de bajada. Pero lo importante aquí es que se
profundizaron las imperfecciones del modelo centralizador del Estado con la
aprobación de la nueva Constitución. Esto trajo consecuencias catastróficas
para los venezolanos. La economía y la subsecuente calidad de vida descendieron
aún más allá de los niveles de 1998, año en que los venezolanos apostaron por
un cambio que en realidad fue un engaño comunista de la mano de un traidor.
Al
decir de Allan R. Brewer Carías: “La
nueva Constitución de 1999, por otra parte, carecía de las previsiones
necesarias para que el país pudiera asumir los cambios democráticos que eran
necesarios, particularmente a través de la efectiva descentralización política
de la Federación y el reforzamiento de los poderes de los Estados y Municipios.
La Constitución de 1999 en realidad, continuó con los mismos principios
centralizadores que tenía la Constitución precedente, en algunos casos
centralizando aún más ciertos aspectos.” (Recomiendo ampliamente la lectura
de Federación Centralizada en Venezuela:
Una contradicción Constitucional – Allan R. Brewer-Carías https://drive.google.com/file/d/0B6yI0gUROWzDN1htM1BhaktXb2M/edit?usp=sharing).
Los venezolanos no podemos cometer el error de conservar la
Constitución de 1999. Las razones podrán encontrarlas en el documento de
Brewer-Carías. Pero más allá de adentrarnos al estudio del daño y el retroceso
constitucional que significó la aprobación de la Constitución de 1999 para los
Estados y Municipios de Venezuela, explicación que le dejamos al documento de
uno de los constitucionalistas más renombrados del país, debemos entender que
cualquier solución que le encontremos al problema de Estado y Soberanía que
tiene Venezuela, pasa por resolver el problema de fondo por el cual apareció
Chávez en la escena política, evitando confundir esto con el problema cubano.
Un proceso constituyente nos pondría en la vía de una
solución integral. Por un lado, independientemente de lo que se termine
discutiendo en esa Asamblea, donde la propuesta del Proyecto País Venezuela
Reconciliada es la única en el escenario político actual para acometer los
cambios estructurales necesarios en la próxima Constitución, ese proceso
involucra la elección libre y transparente de Constituyentes de todas las
tendencias, así como de eventuales nuevas propuestas, siendo ellos los que al
final decidirán si Venezuela toma una senda comunista o una democrática. Preguntemos
sin miedo a los venezolanos si quieren ir al “mar de la felicidad” de Cuba.
Estoy completamente seguro que el régimen no desea hacerlo.
Los venezolanos exigimos votar libremente por Constituyentes
de una u otra tendencia. Si no existe coacción electoral, ni máquinas
corruptas, ni funcionarios del régimen alterando el proceso, Venezuela elegirá
el sistema de libertades que siempre ha tenido, en un proceso inédito,
redactando una Constitución realizada desde la base, de abajo hacia arriba, y
no impuesta por ningún gobernante o golpista de turno como lo han sido todas
las constituciones que hemos tenido. Pero eso no será gratis ni fácil, hay que
pelearlo de una manera firme pero pacífica en las calles. De otra manera el
régimen jamás se contará limpiamente. Nadie puede negarle al pueblo venezolano
ese derecho, comenzando por los militares.
En esa primera etapa será el Soberano el que decida el
modelo político-comunista o democrático-, para Venezuela, eligiendo a aquellos
Constituyentes que profesen una u otra tendencia. En una segunda etapa, ya en
la Asamblea, se decidirá la forma de Estado, centralista o federal para nuestro
país, donde aspiramos que se corrijan todos los entuertos constitucionales
cometidos, incluso aquellos que tienen mucha historia en la Venezuela
contemporánea.
Nuestro Proyecto País Venezuela impulsa la forma de Estado
Federal y tiene como eje principal asignarle a la provincia, constituidas por
los Estados Regionales de toda Venezuela, competencias constitucionales y
legislativas, amplias e integrales en materia política, judicial, electoral, tributaria,
administrativa y educativa, con el fin de hacer llegar el poder a los
ciudadanos y sean estos los protagonistas de su propio desarrollo,
estableciendo una Constitución Federal para la República de Venezuela y
Constituciones Regionales para cada Estado acordes con ese planteamiento.
Esto implicaría restablecer la Cámara del Senado en el
Parlamento Nacional con la representación paritaria de los Estados para el
debido equilibrio del poder legislativo. Implica la transformación del Poder
Judicial mediante la creación de las Cortes de Justicia Regionales para dar
mayor poder y capacidad de actuación a la justicia local. Implica generar las garantías
electorales que brinden legitimidad de origen a los elegidos, como: la doble
vuelta, el financiamiento de los partidos políticos y la representación
proporcional de las minorías. En otras palabras, el regreso a una democracia
fuerte, sana y con Estado de Derecho.
Así que una cosa es restablecer nuestra soberanía como
Estado de una manera civil, pacífica y democrática exigiendo como ciudadanos
contarnos de una manera transparente en un proceso Constituyente y otra muy
diferente es la forma del Estado que debemos discutir en esa Asamblea, no solo
para no cometer y corregir los errores que nos llevaron a este desastre mal llamado
“Socialismo del Siglo XXI”, sino para reconstruir y comenzar a dar los primeros
pasos para nuestro desarrollo como Nación.
Caracas,
25 de Agosto de 2014
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana