viernes, 9 de junio de 2017

El papel constituyente de la Iglesia Católica venezolana

Nota importante:
Por una amable invitación a la Alianza Nacional Constituyente por parte del Mons. Juan de Dios Peña Rojas, Obispo de El Vigía, tuve el honor de dirigir algunas palabras a la comunidad de párrocos de la Diócesis de El Vigía, Estado Mérida, conjuntamente con la Dra. Blanca Rosa Mármol de León, en la intención de intercambiar opiniones desde el punto de vista institucional en relación a la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente impulsada por el Ejecutivo Nacional. Mons. Peña Rojas aclaró la posición institucional de la Iglesia en este tema reafirmando la firme convicción de la Iglesia Católica y de la Conferencia Episcopal Venezolana en la defensa a la Constitución y a los valores democráticos de los venezolanos. A continuación mi intervención completa en ese importante evento.

El papel constituyente de la Iglesia Católica venezolana
Por Luis Manuel Aguana
Intervención en El Vigía, Estado Mérida, con la Iglesia de Mérida
7 de Junio de 2017

Buenos dias.

Desde la Alianza Nacional Constituyente celebro este encuentro con la Iglesia del Estado Mérida, y sugiero seguirlo profundizando posteriormente. Deseo comenzar citando parte de las palabras de Mons. Diego Padrón, Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana en su comunicación a la Comisión del gobierno encargada de la organización de las Bases Comiciales de la pretendida Asamblea Constituyente, refiriéndose al proceso iniciado por el Presidente de la República el 1ro. de Mayo:

“1. Que esta Asamblea Constituyente es innecesaria, porque Venezuela cuenta con una de las constituciones más completas del mundo. Ella contiene lo que cualquier otra constitución nacional quiere garantizar. Lo que hace falta no es reformar el texto constitucional, sino que el Gobierno le dé pleno cumplimiento a su letra y su espíritu. Y si la cumpliera, podría, en algún caso, proponer su enmienda.”
“2. Es innecesaria, porque no es lo que el pueblo necesita. Lo que necesita y reclama el pueblo, en primer lugar, es comida, medicinas, seguridad, paz y elecciones justas….”

En un artículo que publique el mes pasado destacaba a los excelentísimos Obispos de la Iglesia Católica que la Constitución de 1999 no era ni de lejos “una de las más completas del mundo”, como afirmaba la Conferencia Episcopal Venezolana en ese comunicado, sino que de hecho era la responsable de gran parte de lo que sucede en Venezuela. Esta es una extraordinaria oportunidad para intercambiar con ustedes porque la Alianza Nacional Constituyente, no solo difiere del planteamiento del gobierno en convocar un proceso que consideramos fraudulento, sino porque insistimos en realizar una Constituyente verdadera y de carácter Originario para cambiar la constitución.

Venezuela tiene más de 200 años debatiéndose entre un centralismo asfixiante de las regiones y unas regiones que a su vez desean y no terminan de desarrollarse en base a sus propias potencialidades políticas, económicas, humanas y culturales.

La Constitución de 1999 destruyo el proceso de descentralización que venía realizándose exitosamente desde 1989. De acuerdo al constitucionalista Allan Brewer-Carias en su escrito Federación Centralizada en Venezuela: Una contradicción Constitucional” escribió y cito: “Desafortunadamente, el proceso constituyente de 1999 no fue concebido como un instrumento para la conciliación con vistas a la reconstrucción del sistema democrático, para asegurar su gobernabilidad efectiva. Ello hubiera requerido el compromiso político de todos los componentes de la sociedad y del liderazgo político, así como la participación de todos sus sectores en el diseño de una nueva forma de funcionamiento de la democracia, lo cual no ocurrió. El proceso constituyente, al contrario, sirvió para lo antes mencionado, es decir, para facilitar el total apoderamiento de todas las ramas del Poder Público por el nuevo grupo político que se formó en torno al nuevo Presidente, que aplastó no sólo a los otros grupos y partidos políticos, sino a la autonomía de los Estados de la federación.”. Fin de la cita.

De manera pues que mal podemos decir que los venezolanos debemos estar contentos con este adefesio constitucional de 1999. En palabras del constitucionalista Asdrúbal Aguiar en un Foro realizado en Julio de 2014 en El Nacional refiriéndose ya más concretamente al texto de la Constitución de 1999 indicaba, y cito: “…se crea un Estado Centralizado, se elimina la autonomía municipal, base histórica no solo de la República sino de nuestra experiencia democrática, se condicionan las competencias Municipales y Estadales a las leyes nacionales, se le entregan al Presidente de la República mediante lo que originalmente se llamó en los debates constituyentes, las leyes de base, copia del modelo constitucional cubano, pero para evitar el escándalo, dijeron que la figura se trataba de Leyes Habilitantes, pero habilitantes que en defecto de la tradición constitucional nuestra permite habilitar al Presidente para que pueda hacer todo lo que le de la gana en materia legislativa sin ningún tipo de limitación, y por si fuese poco, se incorpora un Capítulo de Seguridad Nacional en donde el concepto estratégico de la Nación lo define el propio Presidente de la República bajo una perspectiva en donde la Seguridad Nacional incluye todo, hasta la forma de caminar de los ciudadanos en Venezuela. Conclusión: ¿Para qué sirve la Constitución del 99? En perspectiva democrática para nada. Dentro de la perspectiva de lo que ha vivido el país en el curso de los últimos 15 años, ha servido para todo…” . Fin de la cita.

Nos preguntamos entonces, ¿por qué se insiste en exaltar este paquete chileno que es la Constitución de 1999, como “la mejor” y “más completa” del mundo? ¿Cómo se puede decir que esa Constitución no es la responsable de lo que pasa en Venezuela, sobre todo del ahorcamiento de la descentralización y el desastre económico socialista, habida cuenta que Chávez se monto en ella para todas las leyes Habilitantes económicas que le dio la gana para producir el Estado Comunal de facto que estamos viviendo? ¡Y quien nos lo esté vendiendo sea nuestra misma oposición y ahora, lamentablemente, los Obispos de la Iglesia Católica! No lo puedo entender.

A nuestro juicio a esta Constitución hay que cambiarla si deseamos levantar cabeza en el futuro, y cuanto antes mejor. Tampoco es un problema de “acatamiento” de la que tenemos como siguen insistiendo algunos. El problema que tiene la Constitución de 1999 es estructural, como bien nos lo señalan quienes se consideran internacionalmente los mejores especialistas de la materia, y nos está haciendo daño. Si la estructura de su casa está dañada, o usted la arregla o se muda, no se queda a esperar que le caiga encima. Pero lo primero que hay que cambiar es la ignorancia de la dirigencia política en esta materia tan vital para nosotros, y en consecuencia el discurso y los mensajes erróneos que les están enviando a los venezolanos.

Y allí la Iglesia Católica venezolana debe jugar un papel constituyente fundamental.

Luego de la Independencia nunca se cumplió la promesa federal de desarrollo territorial establecida por nuestros fundadores en 1811. El país se dividió, quedando esa ilusión de federación, profundizada por pleitos de caudillos regionales, muchos de ellos jefes independentistas, que llevaron luego al país a una nueva guerra, esta vez Federal. Muy posteriormente el dictador tachirense Juan Vicente Gómez, al inicio del siglo XX, pone orden y reunifica al país acabando con esos caudillos regionales, centralizando de una vez por todas el desorden histórico. Por eso es que autores como el desaparecido constituyente de 1999 Jorge Olavarría, indicaba que la federación en Venezuela ha sido un fetiche ilusorio que hemos reclamado, y que ha provocado muchos muertos en nuestra historia republicana. Al centralizarse Venezuela a principios del siglo pasado, se sacrifica la escasa autonomía- económica y política- de las regiones, lograda por el triunfo de los federalistas en la Guerra Federal, por la paz en beneficio de todos.

¿Cuál es el deber ser ahora? Una forma de Estado que apunte a acercar el Poder a las personas para que estas puedan asumir la responsabilidad que les corresponde como ciudadanos. Y eso existía en la Venezuela de 1810, donde las decisiones de política se llevaban al Cabildo, como única y última instancia de los ciudadanos. La Independencia de Venezuela se gestó en el Cabildo de Caracas el 19 de abril de 1810. Debemos devolver la política a los ciudadanos y no existe otra manera de hacerlo que regresarles normativamente el Poder del que antes disponían en las ciudades como protagonistas del futuro de sus comunidades, y que perdieron luego de la Guerra de Independencia, con el alejamiento del Poder a los centros de decisiones militares, lejos de los problemas civiles de la ciudad y del país.

Sin embargo, la construcción normativa que constitucionalmente tenemos desde 1830, año del inicio de la República tal y como la conocemos ahora, impide esa aspiración. Desde entonces todas nuestras Constituciones reservan todo el Poder al Presidente de la Republica, así como el manejo de la Hacienda Pública y las Fuerzas Armadas. Los Estados y Municipios están relegados y sometidos a un papel de segundo orden cuando son ellos los responsables de la calidad de vida de los ciudadanos.

Debemos cambiar la forma de un Estado de Poder Centralizado por una de Poder Descentralizado, acercando el Poder a los ciudadanos, y eso conlleva cambios importantes en cuestiones tan significativas como la redistribución del Poder y las Instituciones, actual y constitucionalmente en manos de pocos, a un Poder establecido constitucionalmente en manos de muchos. O dicho de una manera más sencilla, la construcción de nuevas formas institucionales que traspasen ese Poder, ahora en manos de pocas personas, a un poder en manos de Instituciones y de Ciudadanos.

Posiblemente aquí estemos dando, si no con el fondo del problema, si con una de las raíces fundamentales de muchas de nuestras principales preocupaciones como sociedad. Las razones por las cuales los venezolanos siempre esperamos que alguien milagrosamente resuelva todos los problemas, pareciera una suerte de enfermedad que se ha traspasado de generación en generación. La espera afanosa de un liderazgo que nunca aparece, y que nunca aparecerá hasta tanto la gente no internalice que la respuesta se encuentra en cada uno de ellos como ciudadanos.

Nadie puede someter a un pueblo culto, consciente de sus derechos. Por esa razón los países con indicadores altos en materia educativa disponen de gobiernos respetuosos de los derechos humanos con altos grados de desarrollo social y económico.

Si la base de nuestro Pacto Social fundamental, que es la Constitución, está estructurada de forma tal que sea el Estado quien distribuya (el Estado benefactor), quien decida cuanto y en qué forma darle a los ciudadanos su parte del reparto de la renta del país, conceptualmente estamos partiendo de un modo equivocado. Eso nos condiciona en el Pacto a que hay alguien que da y otro que recibe, independientemente de las porciones que se repartan. Ese esquema genera de por si a quienes busquen repartir en su propio beneficio.

No se plantea en la Constitución que son  los ciudadanos los que deben trabajar para el sostenimiento de las Instituciones del Estado. No existe la capacidad ciudadana para manejar los impuestos y la discrecionalidad política, administrativa y financiera necesaria para resolver su diario vivir y su calidad de vida.

Al no ser eso así, queda en las manos de quien reparte proveer el bienestar ciudadano, y de allí comienza la feroz lucha de los factores políticos para alcanzar las posiciones de Poder que les permitan ejercer la administración del Estado, pervirtiendo el objeto fundamental de su propia razón de ser, que no es otro que el de proveer bienestar y calidad de vida a los ciudadanos.

El Municipio, unidad básica y fundamental del territorio que reúne bajo su seno a las comunidades agrupadas en ciudades, en la actualidad dependen para sus necesidades más elementales del auxilio financiero del Estado. La organización que nos hemos dado a través de ese Pacto Social que es la Constitución, aún reparte la renta del país hasta en un 20% a todos los Estados y Municipios, a través de una figura jurídica denominada Situado Constitucional (Artículo 167.4 Constitucional). De ese 20%, los Municipios han recibido históricamente a su vez un 20%, quedándole al Estado regional el 80% restante de ese 20%. Es un Pacto absurdo donde gana quien reparte y no los ciudadanos.

En otras palabras, el Municipio, el lugar donde viven las personas, donde desarrollan sus actividades, su trabajo, su recreación, se educan y conviven, recibe la parte más ínfima en el reparto, quedando al arbitrio de una entidad superior, "El Estado", la buena o mala administración de esos recursos. Los impuestos nacionales como el IVA, no se regresan a ellos en la misma proporción, así como tampoco los impuestos de transacciones inmobiliarias, y aquellos provenientes de los registros y notaría de documentos. De esta manera, en ninguna parte de Venezuela los ciudadanos disfrutan de los impuestos que ellos mismos generan, quedando estos a la discrecionalidad de quien conduzca el Estado y de su buena o mala administración, y no de los ciudadanos que los producen. Eso no ocurre en ningún lugar del mundo.

¿Puede ser ese un esquema viable? ¿Cómo puede una persona consustanciarse con sus problemas y sus soluciones en las ciudades cuando no está en ellas el poder resolverlos? ¿Qué interés puede tener? En pocas palabras, ¿cómo puede alguien ejercer su ciudadanía, si de entrada esta cercenada su capacidad de ejercerla? El sistema no está diseñado para hacer ciudadanos sino habitantes, o peor aún, borregos sin criterio que deben ser conducidos al matadero.

Pues bien, de eso se trata todo esto. De eso se trata nuestro planteamiento fundamental al país con el Proyecto Pais Venezuela y ahora con la Alianza Nacional Constituyente. De cómo desmontamos lo que haya que desmontar para conseguir que el ciudadano se desarrolle integralmente dentro de un Pacto con justicia social. Y creo que la Iglesia debe ser parte fundamental de todo este esfuerzo, configurando un papel único de difusión y formación ciudadana constitucional.

Debemos lograr esto conjuntamente con el apoyo de todos los sectores, pero especialmente con aquellos más cercanos a la población, como lo es la Iglesia Católica y su organización pastoral, partiendo de las regiones, comunicando y formando al pueblo de la extraordinaria importancia de su autonomía política, administrativa, financiera y fiscal, para la gestación de un nuevo País, Estado y Ciudadano. Alli esta el centro de nuestra propuesta del Proyecto País Venezuela.

Tenía que partir de estos conceptos fundamentales para poner los caballos delante de la carreta y ordenar el “para qué” la Alianza Nacional Constituyente anda en esto de una Constituyente desde hace más de 15 años. ¿Lo comprenden ahora? Sin embargo  pareciera que en este momento se nos ponen las cosas más difíciles, cuando la verdad es que se justifican aún más...

Celebramos las posiciones firmes de la Iglesia y la Conferencia Episcopal Venezolana en relación a la forma de gobierno que ha llevado a la pobreza a millones de venezolanos. Estamos seguros que ahora que conocen un poco más nuestras motivaciones puedan entender mejor la necesidad del cambio estructural que impulsamos para Venezuela, traducida en una forma del Estado a favor de la población y de sus regiones. Y es por eso que la propuesta es que sea el pueblo el que decida convocarla, al margen de cualquier otro interes, es decir, el Poder Originario, y de alli su nombre: Constituyente Originaria.

Desde la Alianza Nacional Constituyente, organización que se constituyó con el único objeto de impulsar un movimiento para el cambio de la forma de Estado a traves de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, hemos estudiado por muchos años como plantearle al pais ese cambio, y esa manera no es otra que a traves de una convocatoria al Constituyente de Carácter Originario, por iniciativa popular, esto es, de la mano del pueblo de Venezuela.

Invocamos la bendición de Dios Todopoderoso para que ilumine el camino que hemos decidido recorrer y la ayuda de su Iglesia, que representándolo en la Tierra, pueden hacer de ese camino un poco más posible y creíble a los ojos de nuestros conciudadanos…

Muchísimas gracias...

Caracas, 7 de Junio de 2017

Twitter:@laguana

sábado, 3 de junio de 2017

La piñata de Maduro

Por Luis Manuel Aguana

Hace mucho tiempo atrás un experimentado profesor de postgrado, nacido y educado en el exterior, nos decía en clase que una de las cosas que le causaba mas impresión de nuestro país era que sometíamos a nuestros niños a un ritual agresivo llamado “piñata”, donde se concentraban todos los antivalores, aquellos de los que precisamente no se le deben enseñar a una persona a edad temprana, y esperar que de adulto no se comporte como nos comportamos efectivamente los venezolanos.

Me llamo mucho la atención ese comentario y se me quedó grabado. Efectivamente, y no sé si por esa razón, los venezolanos solemos meter cosas consideradas como valiosas en un mismo saco, le damos golpes hasta tumbarlo, y luego de abierto y destruido, nos lanzamos todos a codazo limpio a ver quien recoge mas.

Y el que recoge mas no necesariamente es el que logró hacerlo caer, sino el mas “vivo”, el más fuerte o el más hábil. No se trata de un reparto justo de algo que teóricamente es de todos, sino de ver quién se queda con la mejor tajada al momento de que caiga. Y ciertamente lo que se comenta después del ritual, es quien se llevo la mejor parte. No hay nada más injusto que una piñata y efectivamente, como nos indicaba el profesor, envía un mensaje muy dañino: en nuestra cultura el más pendejo se queda afuera.

En este momento estoy visualizando un enorme muñeco-piñata con forma de Nicolás  Maduro guindando, y cada venezolano tiene un palo para tumbarla. Dentro de él se halla nuestro país roto en pedazos, y a golpes todos luchamos por recobrar ese contenido. El mismo Maduro se colocó en esa situación y veo muy difícil que pueda bajarse de ese alambre del que cuelga. La mayoría de los venezolanos queremos que se vaya y el palazo menos imaginado hará que se caiga la piñata de Maduro.

Estoy seguro que como cualquier piñata, palos más o palos menos, terminará cayendo.  Igualmente estoy convencido que aun cuando logre imponer ese fraude constituyente, caerá igual pero será más sangriento que ahora. Lo que quiero comentar aquí es quien se quedará con los pedazos de lo que hay dentro –nuestro país- porque mucha gente cree que al momento de caer la piñata a cada uno le tocará en justicia “su parte” equitativamente de acuerdo a los golpes que le dio a la piñata, y eso no es así porque precisamente las piñatas no funcionan de esa manera.

Algunos quisimos que el sistema para deponer al régimen no pasara por una piñata sino por algo ordenado y pensado. Pero los venezolanos tenemos la piñata metida en nuestra estructura congénita y queríamos resultados inmediatos, aunque la realidad nos indicara ir lento aunque estuviéramos apurados. Hemos llegado a un punto donde, o le das a la piñata o no estás en la fiesta. Maduro tratándose de bajar del alambre ha invocado a un proceso fraudulento que lo que ha hecho es darle motivos a que otros, esta vez de su mismo partido, hayan también agarrado su palo, exacerbando los gritos de todos: “¡dale!, ¡dale!, ¡dale a la piñata!”.

Como en este momento es difícil –por no decir imposible- convencer a quien tiene un palo en la mano y ansioso de ver caer a la piñata para que firme y se encause un proceso constituyente originario de la mano del pueblo para que este disponga de una “caída” ordenada del régimen –o de la piñata-; esto es, todo lo opuesto a lo que está pasando ahora, los venezolanos deberíamos disponernos a pensar y accionar  en que es lo que deberá pasar una vez que esa piñata caiga al piso.

Algunos me dirán ¡eso es lo de menos!, ahora lo que tenemos que hacer es seguirle dando palos a la piñata y lograr que se caiga. Tal vez tengan razón porque el pueblo ya no aguanta más. Pero eso en el fondo sería como estar de acuerdo en llevar a una persona que se desangra en la calle a una sala de emergencias porque ya no hay tiempo y se muere. Pero una vez que sea tratada de los primeros auxilios, tenemos que acordar su tratamiento de mediano y largo plazo para evitar que de nuevo la vuelvan a atropellar. Y ese es el caso de Venezuela.

Algunos de los factores que se disputarán la piñata caída en el piso desearán que en una nueva estructura y balance del poder las cosas se queden como están pero con nuevos jefes, o tal vez una combinación acordada de lo viejo con lo nuevo, mezclado con lo que algunos llaman “justicia transicional”, para darle los primeros auxilios al paciente grave que llegó a la sala de emergencias. El problema estará en cómo se tratará el caso y quien lo hará. ¡Pero de eso se tratan precisamente las piñatas! Los mas “vivos”, los más fuertes, los más hábiles se quedarán la mejor parte, dejando fuera a quienes en su globalidad “tumbamos” la piñata, incluso sobre aquellos que pusieron su sangre en el proceso.

Entonces, sigue siendo pertinente hablar de una Constituyente Originaria, aun cuando esta ya no sea para salir ordenadamente del régimen oprobioso de Maduro, sino para organizar posteriormente de una manera institucional al país, con la participación de todos los que le dieron con el palo a la piñata para que se cayera.

Todos podremos seguir tratando de dar el último palazo que haga que la piñata se caiga, pero por más que se desee ser justos después que eso pase, muchos se quedarán afuera de ese reparto porque así funciona ese proceso. La única manera de darle continuidad al país roto que está dentro de la piñata y que cada cual se lleve lo que le corresponde es reconstruirlo con reconciliación, a través de un proceso constituyente originario que traiga justicia y participación a todo el mundo, en especial a aquellos que se creyeron reivindicados con este fraude “revolucionario” que lleva casi 20 años arruinando a Venezuela.

Si luego de caída la piñata de Maduro, los más “vivos”, los más fuertes, los más hábiles, que son los que históricamente han dejado al pueblo afuera en todos los procesos definitorios de la República, se salen con la suya y no comparten como debe ser, nunca habrá paz en Venezuela, ni mucho menos desarrollo. Espero que esos “vivos”, fuertes y hábiles hayan aprendido la lección de 1999. Que no se es “vivo”, ni fuerte, ni hábil quedándose con la mejor parte, sino muy estúpido y criminal, y que les den la oportunidad a todos los que participamos en la piñata para construir una nueva Venezuela…

Caracas, 3 de Junio de 2017

Twitter:@laguana

martes, 30 de mayo de 2017

Una nueva etapa

Por Luis Manuel Aguana

Leyendo en estos días un interesante artículo del Harvard Business Review (ver Rebecca Knight en How to improve your sales skills, even if you’re not a salesperson https://hbr.org/2017/05/how-to-improve-your-sales-skills-even-if-youre-not-a-salesperson en HBR) recordé un principio que había olvidado de mi mundo ejecutivo: todos, en algún punto de nuestras carreras venderemos algo, ya sea nuestra idea, nuestro equipo, o a nosotros mismos, aunque no seamos vendedores.

De allí que uno de los principios fundamentales de un buen vendedor es encontrar que es lo que su cliente necesita resolver, y cómo lo que tu estas vendiendo le puede ayudar a solucionar su problema. Ese principio es lo que nos mueve a este esfuerzo.

Ahora situémonos en que es lo que venderemos ahora. Veníamos vendiendo que una Constituyente Originaria convocada por el pueblo a través de la iniciativa popular establecida en el Artículo 348 es la manera adecuada de detener el tren expreso que se nos viene encima a toda velocidad. Esa es nuestra propuesta a este embrollo, no de ahora sino desde siempre. Pero esa solución ideal requiere del acuerdo conjunto de todas las fuerzas opositoras al régimen, cosa que hace muy difícil esta solución para una aplicación inmediata dadas las diferencias conceptuales profundas que tenemos, aunque seguiremos explicándole al país su pertinencia en la Venezuela previa y posterior al régimen actual.

La convocatoria a ese fraude constitucional de Maduro puso cuesta arriba el solo llamado a una constituyente, ya que fue la misma oposición la que metió en un solo saco todos los tipos, satanizando el proceso constituyente como primer mecanismo de defensa. Aunque nos la pusieron más difícil, debemos seguir informando y educando a quienes nos quieran oír porque a partir de ahora se abre una nueva etapa en esta lucha.

Pareciera que el sentido de urgencia que nos distingue como venezolanos no ha aparecido por ningún lado todavía. El gobierno anunció con su ministerio de elecciones, el CNE, que la postulación de los candidatos a constituyentes será a partir del 31 de mayo, con una posible elección a finales de julio de 2017, con lo cual tendremos una nueva y flamante Asamblea Nacional Constituyente de corte socialista la primera semana de agosto. Me gustaría verle las caras a quienes nos decían que eso de una constituyente era “muy largo y engorroso”. Si la hubiéramos hecho desde la oposición hace más de un año, de la mano del mismo pueblo para resolver esta crisis, los tiempos no hubieran sido muy diferentes y en otra situación estaríamos.

Pero lo que todavía no acaba de entender el común de los venezolanos es que la Asamblea Nacional desaparecerá a partir de la primera semana de agosto, porque no existe ninguna posibilidad técnica de que con esas bases comiciales la oposición alcance mayoría en esa Asamblea Nacional Constituyente de Maduro (ver  http://www.sumate.org/noticias/2017/N625_250517_LA_CONSTITUCION_OBLIGA_A_DESCONOCER_CONVOCATORIA_PRESIDENCIAL_DE_LA_CONSTITUYENTE.html). No hay que hacer mucho análisis constitucional de ellas porque están hechas precisamente así para arrasar con la oposición siendo ellos minoría.

En consecuencia, le cortarán la cabeza a la Asamblea Nacional, a la Fiscal General de la República y a cuanto poder se haya pronunciado en contra. Así que si algún opositor está considerando seriamente participar en ese fraude “porque no hay que perder espacios”, lo que hará será ponerle un sello de calidad y autenticidad a esa estafa.

Por otro lado, aquellos que tienen cifradas sus esperanzas en las elecciones regionales de diciembre anunciadas por el CNE, que se olviden de ellas, porque si esa Asamblea Constituyente se instala, una de sus primeras decisiones puede ser que los Gobernadores no sean electos sino que sean nombrados a dedo por el Presidente de la Republica, tal y como se hacía antes de 1989. Es claro que Maduro sería ratificado en su mandato o incluso sea atornillado para siempre como Fidel Castro en elecciones de segundo grado.

Desaparecerían muy probablemente los Artículos 347, 348, 349 y 350 en la nueva Constitución que son los que dan sustento a nuestra propuesta de Constituyente Originaria. Acuérdense de nuestro lema: “Con la constituyente cambiamos todo” y el régimen lo entendió a cabalidad. No se dejarán hacer otra constituyente en el futuro. Quienes no lo entendieron a tiempo fueron quienes adversaron nuestra propuesta de Constituyente Originaria.

Entonces estimados amigos, el único producto que podemos vender ahora para resolver el gravísimo problema que tiene nuestro cliente, el pueblo venezolano, no es otra cosa que parar por todas las vías constitucionales posibles ese cambio que se nos viene encima a todo el mundo como un ferrocarril, dejando de lado nuestras diferencias y disponiéndonos a trabajar conjuntamente por esa única causa.

Desde ahora mismo la Alianza Nacional Constituyente esta redoblando los esfuerzos para apuntalar la consulta popular anunciada por la Asamblea Nacional y confluyendo con los diferentes factores políticos para desconocer ese llamado inconstitucional del régimen (ver Mensaje de la Alianza Nacional Constituyente a la Nación: ¡El pueblo debe ser consultado ya!, en http://ancoficial.blogspot.com/2017/05/mensaje-de-la-alianza-nacional.html).

La oposición reunida en la Asamblea Nacional, anunció un llamado a un Referendo Consultivo en su sesión del 23 de mayo (ver Intervención del Diputado Freddy Guevara en la sesión de la Asamblea Nacional del 23-05-2017, en https://youtu.be/rE8_zcw6ncc). Ha transcurrido una semana de esos anuncios y no ha pasado nada todavía teniendo a “Monteverde en la Victoria”, como decía El Libertador. Monteverde debe estar ahora acampando en Chacaíto.

Ya la constituyente de Maduro tiene fecha y la oposición oficial no ha reaccionado todavía a ese hecho político de una trascendencia mayúscula, más allá de las agendas de calle que han anunciado. Las marchas y la presencia en la calle son esenciales y deben continuar, pero son necesarias mas no suficientes, para dar sustento a las decisiones que se tomen a favor de una estrategia para impedir los cambios que pretende hacer el régimen para destruir la institucionalidad y quedarse en el Poder. Es hora de una nueva etapa que anuncie inmediatamente al país y al mundo la ruta de lo que concretamente hará la oposición para detener la destrucción definitiva de la democracia y la libertad en Venezuela. Eso ya no admite mas esperas…

Caracas, 30 de Mayo de 2017

Twitter:@laguana