martes, 11 de abril de 2017

Vox populi, vox Dei

Por Luis Manuel Aguana

“La voz del pueblo es la voz de Dios”…
Dedicado a los caídos del 11 de Abril de 2002

No cometo ninguna indiscreción al contar que una vez el Dr. Enrique Tejera París me dijo en una reunión, en tono de fuerte reclamo: “¡Jovencito! ¡Yo he estado en tres golpes, dos buenos y uno malo, y en todos la constituyente se hizo después que estás en el gobierno!”. Y digo que no la cometo porque el mismo Dr. Tejera declaró su participación en esos tres golpes a la prensa ucevista (ver Homenaje a Enrique Tejera París, en http://univnoticias.com/wp/index.php/2015/11/14/la-energia-de-un-polivalente-homenaje-a-enrique-tejera-paris/). Con mucho respeto le contesté, “será entonces esta la primera vez”, poniéndome a contravía en esa oportunidad de lo que todo el mundo pensaba y todavía piensa del curso histórico que debe llevar ese proceso.

Y no era la altanería de un “jovencito”, que por lo demás yo era –y todavía soy- en comparación con el recorrido histórico de ese bastión de la historia contemporánea de Venezuela que fue el Dr. Tejera París, sino del razonamiento que en esa ocasión le di, y todavía le doy, a aquellos que piensan que esa es una suerte de designio histórico inevitable, que se debe repetir como un mantra una y otra vez en Venezuela, sugiriendo que la historia debe volver a repetirse para la desgracia de todos los venezolanos.

Venezuela está pasando por un proceso de destrucción nunca antes visto, semejante al de una guerra, con muertos incluidos. No tenemos en nuestros anales históricos alguna referencia con la que comparar esta plaga que ha descendido sobre nosotros. Podemos efectivamente analizar todas las causas por la cuales caímos en esta desgracia pero de ninguna manera la historia pasada nos sirve como orientación para estudiar qué es lo que debemos hacer para salir de ella. ¡Debemos innovar! “O inventamos o erramos” decía el Maestro del Libertador, Don Simón Rodríguez…

La solución que indicaba el Dr. Tejera París y aun sugieren tercamente algunos lideres políticos opositores, a los que se suman connotados formadores de opinión pública, es que debe ocurrir primero la “caída del régimen”, y que de la mano de un “gobierno de transición cívico-militar” se convoque posteriormente a un proceso Constituyente. Esa es, de acuerdo con ellos, la receta histórica que debe aplicarse en Venezuela. O mejor, debo decir, la aplicación de la manida foto amarillenta de la historia de los cambios bruscos de gobierno en Venezuela.

Pero esa foto amarillenta debe ahora actualizarse a una película digital de alta resolución y trasladarse a las condiciones del presente, tomando en consideración ahora a unas Fuerzas Armadas completamente desmanteladas y secuestradas por el narcotráfico, prácticamente dueñas del negocio de la comida en el país, un sistema de inteligencia del régimen, entrenado por quienes fueron formados en la Stazi de la Alemania comunista, que conoce quien, cuando y donde se mueve algún componente militar a cualquier hora, una oposición oficial completamente desarticulada y ansiosa de poder y dinero, sin ningún plan coordinado adonde conducir el país. Ese panorama lamentable hace extremadamente difícil que se repita la receta histórica del golpe “bueno” que algunos aspiran que se produzca en Venezuela.

Tengo la teoría de que la situación trágica de Venezuela se ha alargado innecesariamente porque precisamente mucha gente de la oposición formal, conjunta o separadamente, se han dedicado a esperar que esa foto amarillenta se repita; y en el medio de esa desesperación, que es también la de todos, están perdiendo el control, y cualquiera que diga “¡calle!” puede ocasionar un descalabro trágico, esperando que el gobierno caiga debido a la violencia generalizada. Eso puede, como puede no pasar. Y dependerá de hasta donde decida el régimen aplicar la represión. Cuba ya lleva más de 50 años en eso, llevando la represión a extremos inimaginables, como ya estamos empezando a experimentar aquí, al ver el ejemplo de la Guardia Nacional y la PNB disparar sobre los manifestantes, dejando caer bombas lacrimógenas desde helicópteros sobre la multitud, disparando gas toxico dentro de los centros comerciales y de salud, persiguiendo venezolanos.

En otras palabras, la estrategia que percibimos de la oposición oficial es salir del régimen a como de lugar, con toda la gente que se pueda reunir en la calle, sin importar quien salga herido, muerto o desaparecido, sin un horizonte claro de quien o que vendrá luego, después que hipotéticamente el gobierno caiga por crisis, para ver después lo que hacemos. Esa es la versión clásica del “como vaya viniendo vamos viendo” de Eudomar Santos. Al menos cuando teníamos la fotografía vieja y amarillenta, “alguien” sabía lo que vendría y estaba en control. ¿Es ese el mismo caso de ahora? Viendo en retrospectiva a los actuales personajes opositores, lo dudo mucho. Entonces, algunos de ellos están apostando que de ese caos salga la libertad. Mala apuesta porque eso, mis queridos amigos, no existe.

Y de paso algunos indican que del gobierno que salga de ese caos, alguien se “comprometerá” a garantizarnos a los venezolanos un proceso constituyente limpio para reconstruir institucionalmente al país. Después que me cuenten una de vaqueros. Es eso precisamente lo que han hecho los gobernantes desde hace más de 180 años en Venezuela después de acceder al gobierno por la vía rápida: acomodar la constitución como un traje a la medida para su permanencia en el poder. De ocurrir eso prefiero defender la maltrecha Constitución de 1999 y seguir en la lucha por el cambio político de la mano del Poder Originario.

Me preguntarán ¿y cuál es tu planteamiento entonces? Innovar. Desde la ANC le planteamos al país un procedimiento inédito, constitucional, pacifico y electoral, pero sobre todo controlado para solucionar la crisis, que recorre un camino difícil pero posible, sobre la base del ejercicio del derecho ciudadano de los venezolanos a la participación política; y que de acuerdo al Artículo 347, al ser depositarios del Poder Constituyente Originario, podemos convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Lo llamamos “Bases Constituyentes, Propuesta de los Ciudadanos para la Reconciliación y el Cambio” (verlo en http://ancoficial.blogspot.com/p/documentos-fundamentales.html). En ese procedimiento se ejecutan todos los artículos del Titulo IX, De la Reforma Constitucional, Capítulo III, De la Asamblea Nacional Constituyente, de la Constitución, haciendo efectivos los Artículos 347, 348, 349 y 350, concretando así el desconocimiento a la autoridad constituida a favor de los ciudadanos.

De esta manera seguimos una ruta apegada estrictamente a la Constitución comenzando por la organización ciudadana para recoger las manifestaciones de voluntad necesarias, establecidas en el Artículo 348 (15% del Registro Civil y Electoral) para convocar al Poder Constituyente Originario y elegir a una Asamblea Nacional Constituyente, sin intervención de los Poderes Constituidos (Presidente de la República, TSJ, CNE, AN, y Poder Moral). Es allí donde contestamos “como se come” el desconocimiento establecido en el  Artículo 350, dándole curso a lo he hemos llamado una Insurrección Civil Constitucional (ver  http://ticsddhh.blogspot.com/2017/02/insurreccion-civil-constitucional.html), canalizada de una manera ordenada y organizada.

Una vez reunidas esas voluntades, acto seguido, una entidad establecida por el mismo pueblo al firmar la convocatoria, el Consejo Nacional Constituyente, tomará el control de la administración del proceso constituyente hasta la elección final de los Constituyentes. A partir de su instalación, la Asamblea Nacional Constituyente tiene la potestad de hacerse cargo de la remoción de los Poderes Públicos que considere convenientes, y proceder a la designación de un gobierno de transición hasta la aprobación de una nueva Constitución, con la subsecuente elección de los nuevos Poderes Públicos. De acuerdo al Artículo 349, “los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente”.

El Consejo Nacional Constituyente no gobernará al país, ni le dará un golpe de Estado al gobierno. Su misión es conducir el proceso constituyente originario hasta la elección de la Asamblea Nacional Constituyente. El gobierno deberá permanecer en su lugar hasta que la Asamblea sea electa y decida su destino. Aquí no hay “golpe de Estado”.

Y algunos me dirán, ¿y ustedes creen que el gobierno lo va a aceptar? No, no lo creemos. Sin embargo, está en la obligación de hacerlo y quien lo debe garantizar es la Fuerza Armada Nacional, a tenor de lo siguiente: Artículo 5: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo…Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos”; Articulo 7: “La constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico. Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a esta constitución”; Articulo 347: “El pueblo de Venezuela es el depositario del Poder Constituyente Originario…”; Artículo 328: “La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y la soberanía de la Nación…”.

Entonces, la Fuerza Armada Nacional estará en la obligación de garantizar y hacer cumplir la voluntad del pueblo de Venezuela expresada en sus manifestaciones de voluntad, al alcanzarse el mínimo requerido del 15% establecido en el Registro Civil y Electoral, de acuerdo al Artículo 348 de la Constitución.

Pero, ¿será eso posible en el estado ya descrito de las Fuerzas Armadas? Pienso que no les quedará otro camino como un todo institucional si no desean, como estamos seguros que no desean, salir a matar gente en las calles. De hecho creo que esperan una solución como esta. Sería la puerta franca, abierta y civilizada que les estaría brindando el pueblo venezolano para canalizar constitucionalmente la crisis y re institucionalizar al país. Sería la presión correcta, precisa e institucional que no implicaría el ya manoseado “golpe cívico-militar” salido de las componendas por el poder, marcado por intereses inconfesables, sino la subordinación a las que se deben como militares a un gobierno de civiles, en el acatamiento de la decisión del Soberano.

El pueblo venezolano tiene el legítimo derecho de echarse a las calles a protestar por una situación que ya es intolerable, pero la dirigencia política tiene concomitantemente la altísima responsabilidad de conducir esa protesta de una manera clara y efectiva que la conduzca al éxito de sus reivindicaciones. De otra manera, seguiremos viendo a un pueblo frustrado y hambriento muriendo en las calles a manos de una dictadura genocida.

La Constituyente Originaria no está reñida con la protesta cívica, todo lo contrario. Será producto de ella si entendemos que debemos ganarnos ese derecho en la calle si se canaliza correctamente la energía popular en esa dirección, por parte de una dirigencia responsable. ¿Será posible que la sindéresis y la racionalidad de la dirigencia política venezolana priven sobre ese designio histórico que me martillaba el Dr. Enrique Tejera París, como curso inevitable de la situación política de Venezuela? No lo creo, pero les doy el beneficio de la duda. Al menos no será por falta de propuestas y voluntad de cambio de la gente. Al final la decisión será siempre del Soberano pueblo de Venezuela: Vox populi, vox Dei…

Caracas, 11 de Abril de 2017

PD. Hoy se cumplen 15 años de los trágicos sucesos del 11 de Abril del año 2002. Un homenaje a los caídos en la histórica marcha y una oración por el descanso eterno de sus almas. Sus vidas no se habrán perdido en vano si los que quedamos vivos seguimos luchando por hacerles justicia, recuperando la libertad por la que ellos murieron…LMA

Twitter:@laguana

sábado, 8 de abril de 2017

Un país descuadernado

Por Luis Manuel Aguana

Algunos dirán que nos volvimos locos. ¿Qué hacen estos tipos pidiendo firmas en lugar de estar incendiando al país para que estos delincuentes se vayan? Sin embargo precisamente es ahora cuando hace falta urgentemente el proceso constituyente. A ese proceso se convoca cuando, según palabras de Donnedieu de Vabres, en su obra L’Etat: “se llega a una total ingobernabilidad e inseguridad jurídica y no hay reglas de juego claras.  Cuando se desborda el enfrentamiento político, el odio, y la división prevalece entre los ciudadanos. Cuando un gobierno dilapida los mayores recursos que ha tenido el país en toda su historia y no hay manera legal de controlarlo. Cuando la corrupción, la incapacidad, la inseguridad y la impunidad incrementan la situación de crisis. Cuando todas las realidades anteriores nos puedan conducir al abismo de una guerra civil”. Lo había mencionado en una nota anterior y lo repito ahora: nadie puede dudar ni discutirme que ese no sea el país que tenemos ahora y la situación actual de Venezuela.

Venezuela es ahora un país descuadernado. Esto es desbaratado, descompuesto (2da. acepción del verbo descuadernar, DRAE). Ya no hay manera de lograr un consenso entre dos extremos enfrentados. Ambas partes se plantean la aniquilación de la otra como única manera de resolver el conflicto. Pero cuando hablamos de “partes” estamos refiriéndonos a su dirigencia, que a su vez es seguida por sus colaboradores más radicalizados.

Esto genera un estado de enfrentamiento que le echa gasolina a un fuego encendido. Decía nuestra amiga, recientemente desaparecida, la Dra. Rosa María Zulueta, Psicólogo Social, que el venezolano está psicológicamente enfermo producto de una estrategia deliberada del régimen al aplicarnos “discursos violentos, intolerancia, chantajes y manipulaciones, engaños y rebotes de culpa, violaciones de derechos humanos, discriminación política, ineficiencia, corrupción y pobreza” (ver Rosa María Zulueta, ciudadana integral, en http://ticsddhh.blogspot.com/2017/03/rosa-maria-zulueta-ciudadana-integral.html). Y eso provoca “quiebres de lógica, desesperanza, inermidad, incertidumbre, frustración, resentimiento, rabia tóxica, paranoia y reactividad”.

La manipulación indebida de esos estados psicológicos por personas interesadas “en arrimar el carbón para su sardina” nos pone encima de una bomba de tiempo que esta estallando por etapas. ¿Cómo racionalizamos esas emociones tan intensas? Si a eso le añadimos hambre generalizada y mayor frustración por el alargamiento de un gobierno de delincuentes, la mesa de la violencia está servida.

Los detractores del proceso constituyente lo plantean como algo banal, que “hacer una nueva constitución” no resolverá el problema de los venezolanos. Y eso es ignorancia deliberada y manipulada del tema. El proceso constituyente no es para hacer una Constitución. Un Proceso Constituyente es para acordar un nuevo Pacto Social, y el resultado de ese nuevo acuerdo entre los representantes legítimos de la población se plasma en un documento llamado Constitución redactado entre quienes acuerdan ese Pacto. Si no se cumple la Constitución es porque no hubo un Pacto sustentable.

Como se podrá ver, ambas cosas son muy distintas. De esa explicación se deriva el porque estamos donde estamos, debido a que lo que ocurrió en 1999 no fue eso, sino la imposición de un vencedor sobre un perdedor, y no un Pacto Social. Y quienes redactaron el texto no fueron los legítimos representantes de los venezolanos sino los representantes del vencedor de turno, quien de paso hizo las reglas para quedar en abierta mayoría. No hubo Pacto sino una imposición. De allí que no se podía esperar un país estable ni en paz, y mucho menos con pretensiones de desarrollo social, político y económico.

No podemos volver a cometer el mismo error de 1999. Esa frase maniquea de “primero somos gobierno y luego hacemos una constituyente” apunta precisamente a cometer ese mismo error que ya tiene más de 180 años, donde el que está en el poder manipula los resultados de la deliberación constituyente a su favor para hacer una constitución a su medida. En 1947 los venezolanos tuvimos la suerte de contar con tribunos de la talla de Andrés Eloy Blanco y las intenciones de su partido en el gobierno para conceder los Derechos Civiles a los venezolanos. En 1961 tuvimos de nuevo la suerte de un Pacto Social surgido de un Congreso Constituyente para evitar más dictaduras en Venezuela, que nos dio 40 años de estabilidad política. Pero en 1999 ya no tuvimos la misma suerte.

En esta oportunidad quienes convocamos a un Proceso Constituyente no deseamos que ese proceso dependa de la “suerte” de contar con venezolanos que “deseen” públicamente el bienestar de sus compatriotas. Ya Chávez fue suficiente escarmiento. Es por eso que debe ser Originario, esto es, que salga, no de un gobierno en el poder que sesgue su resultado, sino de la propia población que conduzca el proceso, desde el establecimiento de las reglas hasta la elección de los Constituyentes. Venezuela ha llegado a un estado de tal degradación moral que es imposible confiar en una dirigencia política con valores superiores de cambio y bienestar. Eso lo tenemos que garantizar desde el mismo proceso, eligiendo Constituyentes consustanciados con los problemas del país, de todas las regiones de Venezuela.

Un país con la destrucción institucional como la que tenemos no puede garantizar elecciones libres y auténticas, como lo establecen los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos. Por eso hablar de elecciones de cualquier tipo en Venezuela resulta en colaboracionismo. La intervención del CNE, TSJ o cualquier institución destruida por el régimen para llevar a cabo un proceso Constituyente está completamente descartada. Es por eso que desde la misma base, la población deberá contarse a sí misma para decidir su destino en un proceso regulado y reglamentado a nivel de detalle. Ese es el carácter inédito del proceso que estamos convocando desde la ANC (http://ancoficial.blogspot.com/).

Convocar, como lo estamos haciendo, a un Proceso Constituyente Originario es la solución que contrapone a la violencia que el régimen espera, y de la cual es el único beneficiario al atornillarse al poder. Contando las manifestaciones de voluntad y solicitando el respaldo correspondiente a quienes institucionalmente están llamados a defender con las armas de la República al pueblo de Venezuela, estos deberán decidir si seguir apoyando a un régimen o respaldar la convocatoria del dueño de la Soberanía a un Proceso Constituyente. Lo contrario seguirá siendo el caos y la violencia de un país descuadernado…

Caracas, 8 de Abril de 2017

Twitter:@laguana