jueves, 3 de enero de 2019

La transición de la transición

Por Luis Manuel Aguana

Tenía mis dudas en como comenzar este nuevo año. Incluso las tuve en como terminar el pasado 2018, del que podría decir sin equivocarme ha sido el peor año desde nuestra fundación,  Guerra de Independencia incluida. Así de grave fue el año que terminó. Sin embargo, al no querer sentarme al llorar por lo que pasó el 2018 al final me decanté en mi última nota del año modestamente por dar algunas sugerencias prácticas para mejorar la escasa credibilidad de los jóvenes políticos a quienes les tocará la conducción opositora en el 2019, y por  aquella vieja máxima que aconseja mirar hacia delante, evitando conducir viendo por el retrovisor.

Ya estando en una página en blanco en el 2019 y con la preocupación presente de como se desenvolverán los acontecimientos políticos de los próximos días en el medio de todo este debate que se ha suscitado en relación al quien nombra o no un nuevo Gobierno de Transición en ausencia de un Presidente Electo para el 10E, creo que los venezolanos hemos perdido en el medio de toda esta tragedia algunos detalles importantes que creo necesario analizar en esta primera nota del año.

Hemos dedicado tanta energía a salir de Maduro y su régimen que no nos hemos percatado de lo que vendría después y con quien. Ustedes me dirán, ¿y qué le pasa a este tipo? Obviamente que regresaríamos al sistema de libertades y democracia que perdimos con Chávez. Sin embargo eso es lo que nosotros queremos, es lo que el país quiere ¿pero es eso lo que quieren quienes mantienen soterradamente una lucha encarnizada por el poder una vez desaparecido Maduro, y por supuesto quienes le sostienen? No lo sé.

En 1958 la cosa estaba muy clara. Ido el dictador, los Estadistas se posesionaron y condujeron al país por una ruta que demostró ser democrática e inclusiva; y aun cuando el Pacto fuera de tres actores, dos de ellos disfrutaron del poder (AD y COPEI), pero se fueron agotando y en menos 40 años, al no ser capaces de una visión de futuro, los errores continuados le dieron paso a un resentido social cuya impronta estamos ahora malviviendo los venezolanos.

En esa época los venezolanos no tenían dudas de las intenciones democráticas de un Betancourt, de un Caldera o de un Villalba. Su credibilidad y  liderazgos eran incuestionables. Esos líderes habían demostrado ser quienes eran, y su trayectoria, que incluía una Constituyente como la de 1946, no daba lugar a ninguna duda que lo que harían con Venezuela después de caído el dictador era lo políticamente correcto.

Pero el liderazgo político de 1958 cambio dramáticamente en 60 años. Esta época ha sido testigo de líderes que se han vendido por dinero para financiar a sus partidos; líderes que han convivido con el régimen a expensas del sufrimiento de la población; líderes que negocian el país sin sentido de Estado y de Nación, y que lejos de conducir el desarrollo de Venezuela han sido corresponsables de su destrucción.

Después de la tiranía castro-chavista-madurista lo que debería venir de inmediato es una purga del liderazgo opositor con el consiguiente nacimiento de nuevos conductores. Y esa purga solo la puede dar el pueblo de Venezuela al través de un proceso electoral justo y limpio donde participe la sociedad civil, que con su verdadera dirigencia, presente a lo largo y ancho del país, sea capaz de medirse con aquellos a que el mismo pueblo vio vendiéndose al régimen y que con seguridad seguirán intentando engañarlos después de esta tragedia. Todos los partidos deberán renovar su dirigencia interna mediante elecciones para que surjan sus verdaderos liderazgos naturales no impuestos y que sólo el pueblo decida a quien darle la confianza para dirigir el país. Es su futuro y merecen decidir entre quienes hayan dado demostración de ética, moral y valores ciudadanos.

Sin embargo ahora la cosa no se ve tan clara como en 1958. Y ese es precisamente el problema: ¿Se le podría endosar la misma confianza que le dieron los venezolanos a Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, a Henry Ramos Allup, Julio Borges,  Omar Barboza, Leopoldo López, y el resto de la dirigencia opositora, durante este proceso de cambio tan dramático, siendo esta situación exponencialmente peor que la que vivieron los venezolanos en 1958? Absolutamente que NO. Esa confianza no se podría dar sin una nueva medición. Todos esos líderes tendrían que meterse en un congelador hasta que Venezuela esté en condiciones de decidir con transparencia quiénes deberán conducir el futuro del país.

Nótese que no estoy acusando a nadie ni condeno a priori a ningún liderazgo (que bien podría hacerlo por las suficientes muestras dadas por estas personas solamente durante estos últimos tres años). No me corresponde a mí ni a nadie juzgarlo. Eso es de la exclusiva competencia de los venezolanos.  Pero tiene que haber antes un sistema de escogencia transparente a todos los niveles que decida sin exclusiones quienes serian los llamados al ocupar la dirección principal del país. Eso no puede ser solo de la exclusiva propiedad de los partidos.  La reconstrucción de Venezuela debe corresponderles a todos en igualdad de condiciones y oportunidades.

Eso nos deja entonces en un grave problema, que incluso ha sido visto desde hace mucho tiempo por los militares: ¿Vamos a alzarnos y poner nuestra vida en riesgo para entregarles el poder a ese liderazgo desprestigiado y corrupto, incluso si hacen luego elecciones? Nunca se alzarían y efectivamente no lo han hecho. Y esa pregunta que se han hecho ellos pudiera ser la respuesta del porque todavía los venezolanos esperamos por un pronunciamiento de los militares para resolver esta crisis de una buena vez.

La solución a ese dilema es el verdadero fondo de lo que está planteado aquí. Debería existir una franja previa de transición donde, al igual que en 1958, exista la presencia de ciudadanos honorables en los que el país confíe, poseedores de la suficiente credibilidad para crear las condiciones que permitan que surja una nueva generación de líderes que nos lleven a un proceso de recuperación económica y de estabilidad política, dejando detrás a los viejos liderazgos que se han devaluado por su propia actuación. Esos ciudadanos honorables serian los que conducirán una transición hacia un nuevo liderazgo del país, y quienes finalmente conducirían el país del deplorable actual estado del liderazgo político a uno nuevo. Es algo que bien podría llamarse la transición de la transición.

No se puede pasar de un Estado conducido por delincuentes a otro conducido por una dirigencia desprestigiada y de dudosa calificación ética y moral, sin correr el riesgo de volver a la situación anterior en el corto plazo. De cometer ese error los primeros que se aprovecharían de un muy posible fracaso por corrupción en el retorno de la democracia serían precisamente aquellos a quienes se expulso del poder por esa misma razón. Ese fue el caso de la Nicaragua de Violeta Chamorro, con el retorno de Daniel Ortega hasta nuestros días.

Si no pasamos primero por un puente que nos garantice el surgimiento de una nueva generación de políticos sobre el que la sociedad pueda confiar su futuro, se habrá perdido todo el esfuerzo de la recuperación de la libertad. Venezuela necesita esa transición de la transición. Una sugerencia para la Asamblea Nacional y el TSJ legítimo: esta debería ser una las primeras cosas en las que los venezolanos deberíamos pensar a comienzos del 2019, en especial justo antes de una transición. Gracias a Dios Venezuela todavía cuenta con hombres y mujeres honorables, con conciencia de la ética, moral y valores ciudadanos, fácilmente identificables. Búsquenlos y empodérenlos, si de verdad tienen sentido de Nación…

Caracas, 3 de Enero de 2019

Twitter:@laguana

lunes, 31 de diciembre de 2018

Por un liderazgo efectivo en el 2019

Por Luis Manuel Aguana

Muchas veces nos hemos preguntado porque en otros momentos de nuestra historia, por muchísimo menos de lo que estamos pasando ahora, efectivamente se han materializado los cambios que han sido necesarios para torcer el curso de los acontecimientos. No en vano la situación se ha agravado a niveles jamás imaginados por los venezolanos para este último día del año del Señor 2018.

Pero en realidad es una composición de factores, que se presenta como una ecuación maléfica que hace que cada vez más el resultado sea aun peor. Todas las estrategias para detener el curso de los destructores de nuestra forma de vida no han sido efectivas, y al margen de que el régimen tiene como corromper y/o detener lo que hagamos para resolver el problema, mucho de lo que hemos hecho lleva el sello de un liderazgo marchito cuya conducción difícilmente llevara este barco a buen puerto.

Un mal conductor puede estrellar hasta el mejor automóvil. Un pésimo capitán hunde el barco mejor equipado con la tripulación mas experimentada. Esto nos lleva a analizar que una de las causas por las cuales aun no salimos del atolladero castro-chavista-madurista-comunista de Maduro y su banda de delincuentes, reside en la calidad y efectividad de desempeño político de quienes están al frente de la lucha opositora.

Sin embargo algunos dirán que no tenemos otro y que con esos bueyes tenemos que arar. Si hacemos caso a esa perspectiva, tendremos que esperar por el relevo natural y generacional que solo la naturaleza da para sacarnos de encima a esta pesadilla. Vale para aquellos que quieran esperar pero no para este escribidor.

Como sea que quienes no tenemos intenciones de esperar que los muchachos crezcan para que resuelvan lo que nuestra generación estropeo, me gustaría al menos pasearme por algunas alternativas que permitan al menos abrir camino con lo que ya tenemos

En primer lugar nuestra próxima generación esta emigrando masivamente. Cada vez quedan menos jóvenes para afrontar esta dura lucha por el cambio, pero me reconforta el hecho de que los que quedan se han multiplicado en interés y pasión democrática. Algo tuvo que haber quedado en nosotros que pudimos traspasar esa herencia a pesar de que los partidos se dedicaron a cooptar los cuadros juveniles provenientes de las luchas universitarias, siendo muchos de ellos pervertidos en las prácticas que caracterizaron a los viejos liderazgos como los verdaderos causantes de la tragedia que dio origen a Hugo Chávez como fenómeno político.

No soy particularmente renuente a entregar el testigo a una nueva generación de políticos, muchos de ellos sin mayor experiencia de trabajo que la que han tenido en los mismos partidos que los reclutaron. Me preocupa que muchos de esos jóvenes políticos no hayan tenido experiencia de trabajo real, sin un jefe a quien haber reportado y del cual haber aprendido antes de dedicarse a la lucha política. Entraron de sopetón de las luchas universitarias de calle a la Asamblea Nacional, Alcaldías y otros puestos de responsabilidad sin antes haber pasado por el forjamiento que solo da el roce de la formación profesional después de la universidad.

Entiendo que para ellos las cosas se hayan presentado de esa manera pero creo que muchos de los errores que se han cometido en la conducción de la estrategia opositora hayan tenido su origen en precisamente esa inexperiencia de vida de muchos de ellos, sumada a la manera torcida de hacer política de los más viejos. El cóctel resultante de eso ha sido una conducción errática puesta a servicio de los peores intereses de la Nación y aprovechada arteramente por un régimen  de delincuentes.

En virtud que el 2019 estará fuertemente marcado por las decisiones de estos jóvenes en posiciones relevantes en la conducción opositora del país, y que nuestro futuro dependerá de muchas de las decisiones que estos muchachos tomen –cosa que no deja de inquietarme por las razones antes señaladas- me gustaría aterrizar un poco más las dimensiones de la credibilidad a las que hice referencia en mi nota de la pasada Navidad (ver Navidad 2018, una cuestión de credibilidad, en http://ticsddhh.blogspot.com/2018/12/navidad-2018-una-cuestion-de.html) y que quien sabe si les sirvan de ayuda.

Efectivamente, había mencionado en esa nota pasada que el Consorcio Europeo de Investigación Política (European Consortium for Political Research-ECPR), en un papel de trabajo titulado “Credibilidad como fuente de capital político: Explorando el desempeño de los líderes políticos desde una perspectiva de credibilidad”, perfiló las tres dimensiones de la credibilidad del liderazgo político: Competencia, confiabilidad y solidaridad.

No repetiré el significado de estos conceptos que ya están referenciados y suficientemente explicados en esa nota pasada, pero si los complementaré con algunos consejos prácticos, que si bien es cierto no están orientados precisamente al ámbito político como los anteriores, si salen de la experiencia ejecutiva para la construcción de la credibilidad del liderazgo, que quiéranlo o no, igualmente aplican al trabajo que les corresponderá hacer a estos jóvenes el próximo año si desean tener resultados exitosos para los venezolanos.

En un trabajo publicado en Forbes de Marzo, 2018, Victor Lipman colaborador de esa prestigiosa revista (Cinco maneras probadas de construir credibilidad de liderazgo, 5 Time-Tested Ways To Build Leadership Credibility, https://www.forbes.com/sites/victorlipman/2018/03/24/5-time-tested-ways-to-build-leadership-credibility/#3ac678a73fa8) resumió con bastante acierto y sencillez cinco aspectos fundamentales que en la experiencia de aquellos que hemos trabajado durante muchos años en nuestros respectivos campos de experticia, podemos dar fe que generan credibilidad a un conductor de voluntades, y que creo que pueden ser aplicados a lo que les corresponderá a hacer a estos jóvenes en el campo político.  Iré en el mismo orden de Lipman:

Entregar resultados. Ninguno de estos muchachos se ganará un puesto que tenga credibilidad ante la opinión pública si no presenta resultados. Los resultados se pueden medir. Henry Ramos Allup NO PRESENTO RESULTADOS EN EL 2016 después de prometer una solución en seis meses. No se puede cometer el mismo error.

Transparencia. Lipman lo resume claramente: “¿Quieres credibilidad? Tienes que ser sincero con la gente…” Y la gente somos todos los venezolanos. NO MIENTAS, di la verdad en cualquier circunstancia…

No eludas las decisiones difíciles. Es fácil decirlo pero hacerlo es otra historia. Todo el 2019 será extremadamente difícil pero lo peor que se puede hacer es eludir y no enfrentar decisiones difíciles, a si cueste el puesto o la libertad…

Demuestra consistencia en tu comportamiento. Hazlo a tu estilo pero siempre de manera consistente. La inconsistencia es perturbadora y la gente responde siempre al liderazgo que hace lo que tiene que hacer: “En un mundo incierto, es comprensible que a la gente le gusten las cosas en las que puede confiar. Si pueden contar contigo, significa que la gente cree lo que dices y eres creíble. Tan simple como eso.”.

Guía con el ejemplo. Es un concepto básico, incluso de educación familiar, pero es fundamental. La gente no creerá en nadie que no de el ejemplo. Las personas no siguen a nadie sobre el que no sientan la capacidad y el valor de hacer lo mismo.

Venezuela estará desde mañana 1ro de Enero en los ojos de todo el planeta. Al liderazgo que le corresponda llevar la lucha opositora o de resistencia -si es del caso- tendrá la altísima responsabilidad de ser efectivo. Años de fracasos no se pueden seguir tolerando. Del resultado del año 2019 dependerán tal vez los próximos 100 años de vida de los venezolanos. El compromiso es de ese tamaño. Que Dios nos ilumine…

A todos los seguidores y amigos de TICs & Derechos Humanos, mi agradecimiento por acompañar estas notas durante todo el año 2018, deseándoles lo mejor para el año 2019, esperando que este si sea verdaderamente el año de la Libertad…¡Feliz Año 2019!

Caracas, 31 de Diciembre de 2018

Twitter:@laguana