Por Luis Manuel Aguana
El atropellado regreso de Juan Guaidó al país
y la agresión que sufriera por parte de las autoridades que administran el
aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, y las hordas de
delincuentes especialmente convocadas por ellos para vejarlo y golpearlo, a la
vista gorda de la Policía y la Guardia Nacional, no es más que otro claro el
ejemplo que nos debe indicar a todos, y en especial al agredido, Juan Guaidó,
la imposibilidad de convivencia pacífica con el régimen de Nicolás Maduro Moros
y de solucionar este problema por la vía electoral.
Pareciera de Perogrullo pero hay que
recordárselos una y otra vez a aquellos que insisten en un esquema de
cohabitación tolerante a través de la teoría de los “enclaves autoritarios” de
Henry Ramos Allup, teoría según la cual este pseudolíder “opositor” trata de
imponer la idea de un supuesto gobierno de transición que tolere de manera
negociada las estructuras delincuenciales y los protagonistas del régimen. Algo
así se nos propuso el 30 de Abril de 2019 pero fracasó por la traición de los
mismos delincuentes con quienes se pretendió negociar, razón de más para
rechazar categóricamente cualquier esquema que involucre a los protagonistas de
esta tragedia en la solución del país.
Quiero suponer que después del secuestro de su tío
Juan José Márquez, Juan Guaidó debería estar pensando de una manera diferente,
aunque luego de su regreso los venezolanos hemos visto con asombro las imágenes
del Presidente Encargado con los principales protagonistas de la política de
cohabitación del G4. Eso ya luce contradictorio con lo que el ha afirmado de no
ir a elecciones con el régimen en Miraflores. Esperemos ver como se
desenvolverán los acontecimientos de los próximos días, sin embargo las señales
y los movimientos de los partidos ya se perfilan en todo el país hacia una
campaña electoral, como si el país estuviera normal. Y eso es precisamente lo
que quiere el régimen que suceda de cara al mundo.
Los venezolanos añoramos tanto esa normalidad que
tendemos a autoengañarnos y olvidar todo lo que ha hecho el régimen trampeando todas
las elecciones desde el 2004 y a la oposición oficial decir una y otra vez lo
mismo, para de nuevo caer. ¿Qué cambió desde el año 2015? Los diputados nos
prometieron en esa última campaña parlamentaria que el régimen se iría. Y aun
habiendo una mayoría “opositora” en la Asamblea Nacional, ahora hay una
Constituyente ilegitima, hiperinflación de 5 dígitos, dolarización forzada de
la economía, diputados perseguidos y
exilados, más presos políticos y un Presidente de la Asamblea legitima
sesionando en las plazas públicas. ¿Con que cara nos pueden llegar a decir que
otra elección parlamentaria resolverá el problema de Maduro y sus delincuentes?
¿Es esa la solución que proponen? Deberían avergonzarse de solo proponernos a
los venezolanos esa salida inaceptable.
Pero los partidos viven de elecciones. Al parecer hay
un consenso entre ellos que debemos seguir, seguir y seguir bailando ese tango
toxico con el régimen hasta que ellos se cansen, con el inútil argumento de los
“espacios”, porque “estando en la Asamblea seguimos dando la pelea”. ¿Eso nos
ha servido en estos últimos 5 años, los peores que hemos vivido los venezolanos
desde la Guerra de Independencia? ¿No creen que ya sea momento de parar eso?
Pero los políticos “opositores” están bien. Los
principales encontraron una manera de “convivir” con el régimen y mantenerse.
Ya tienen una línea de supervivencia con el exterior. Hay recursos entregados
por la Comunidad Internacional. Ya hay un “modus vivendi”. Algunos tienen
estipendios permanentes en moneda extranjera. ¿Por qué cambiar esa situación en
el corto plazo? Si se puede ir por la vía lenta hasta que se resuelva el país,
a ellos les viene perfectamente. Pero mientras tanto la población languidece y
muere, y el país es un infierno. Tenemos un serio problema de ética y moralidad
en nuestra dirigencia política. Solamente miren las fotos de los protagonistas
del “Cucutazo” acompañando a Guaidó en esa gira, gastándose los dólares que le
han dado al interino para salir del problema. ¿Podría alguien creer que algo cambió?
Aparentemente nada…
Pero todavía seguimos con el problema. Quieren llevar
a la población a otra elección con el régimen en funciones, sin el famoso “cese
de la usurpación”. Pronto comenzará la campaña masiva con reales del régimen y
su oposición entregada. ¿Qué hacer? Es la pregunta que nos hacen una y otra
vez. Veamos…
Hay dos posiciones extremas. Por un lado los partidos
del “status quo” llevándonos a unas elecciones como si aquí no hubiera pasado
nada en 5 años brutales, y por el otro aquellos que deseamos que esto se acabe
inmediatamente para comenzar el proceso de reconstrucción. Los que nos
acercamos a esta última posición apostamos por una intervención humanitaria en
el país por parte de la Comunidad Internacional. Sin embargo esta intervención tiene
poca probabilidad de ocurrir solo porque algunos la pidan. La mayoría de los
países han reaccionado a esto negativamente.
Ningún país apoyará abiertamente una intervención
armada con fines humanitarios en Venezuela aunque sepan que es necesaria por
los crímenes de lesa humanidad que a diario se están cometiendo. Las cosas
internacionalmente no se resuelven ahora de esa manera. En la actualidad las
potencias no envían a sus buques de guerra a cobrar las deudas como ocurrió en
Venezuela a principios del siglo pasado.
Como nos convencimos que no existe manera de resolver
electoralmente el grave problema que padecemos por la vía pacífica porque lo
que tenemos aquí es el secuestro institucional de un país por parte una mafia
narcoterrorista, cosa que no había ocurrido nunca antes en el mundo, nosotros
mismos tenemos que encontrarle soluciones creativas que no impliquen forzar la
posición diplomática e institucional de la Comunidad Internacional.
No puede ser que porque esta situación sea inédita,
todo un pueblo sufra como está sufriendo el pueblo venezolano. Entonces, el
problema se reduce para nosotros en encontrar un mecanismo que legitime esa
decisión que tendrían que tomar fuera del país aquellos países que si cuentan
con la fuerza suficiente para cambian la situación. Un mecanismo que pueda
convencer a los países que integran en Consejo de Seguridad de la ONU que su
injerencia no sería una decisión unilateral de la Comunidad Internacional
poseedora de la fuerza suficiente para terminar con esta situación. En oras
palabras, un mecanismo que formalice nuestra decisión soberana de cambio y al
mismo tiempo le de la autorización a la fuerza para intervenir.
Ahora bien, el mecanismo debe ser constitucional, y electoral
en el sentido de recabar el mandato soberano de la población acerca de ese
cambio, siendo en consecuencia profundamente democrático. Si los venezolanos
decidimos que debe existir un cambio en cualquier momento de aquellos que
ejercen el poder en Venezuela, ese mandato debe ser acatado solamente por ese
principio fundamental: la autodeterminación de los pueblos. Eso lo entienden
afuera en la Comunidad Internacional. Y si quienes deben acatar el mandato
popular en el país no lo hacen, entonces los países que nos han acompañado
deben intervenir, no ya en auxilio de las autoridades legitimas que puedan
solicitarlo, sino por mandato del propio pueblo.
Ese es el principio que mueve la propuesta de ANCO por
una Consulta Popular Plebiscitaria, administrada por la misma sociedad civil,
sin la intervención de los poderes públicos y con la ayuda de todos los países
que han apoyado al Presidente Encargado. Es el mecanismo idóneo,
constitucional, pacífico y electoral para solicitarle al pueblo, único que no
ha sido tomado en cuenta en todos estos años por los políticos, a que se
pronuncie en torno a la permanencia o no de Nicolás Maduro Moros del poder. De
allí el apellido plebiscitario.
No somos enemigos de los políticos que llaman a
elecciones. Somos enemigos de que engañen a la población indicando que eso será
una solución para Venezuela, alargando el sufrimiento de todo un pueblo. La
Consulta Popular Plebiscitaria es la formalidad necesaria para que
pueda existir el uso de la fuerza. Y remarco el “pueda existir” especialmente.
No se aplicaría la fuerza si se cumple el mandato del soberano pueblo de
Venezuela. De no acatarse, un Consejo de Seguridad de la ONU puede debatir su
uso legítimo en contra de quienes se nieguen a acatar el mandato del pueblo,
teniendo en las manos los resultados observados de la Comunidad Internacional,
donde nosotros los venezolanos autorizamos su uso. No habría nadie que pueda
oponerse si ese es nuestro mandato. Nadie quiere una intervención pero si no se
cumple lo que el pueblo decida, todo el país en una sola voz le haría una clara
solicitud en la consulta a quienes tienen la fuerza para que la aplique de no
acatarse el resultado. Eso no es muy difícil de entender.
La Consulta Popular Plebiscitaria sería entonces el
medio para llegar a esa fuerza que muchos están pidiendo y que la Comunidad
Internacional no puede ni quiere dar. ¿Y porque si la daría por intermedio de
una Consulta Popular Plebiscitaria? Porque ya no sería Juan Guaidó en su
condición de Presidente Encargado no electo quien la pida, ni siquiera una
Asamblea Nacional que ha olvidado que son nuestros representantes, sino el
mismo ciudadano puro y simple doliente y principal protagonista de una crisis
humanitaria, en voto directo y en autodeterminación de su destino. De eso se
trata el principio de autodeterminación que tanto defienden los países. El
tsunami político de esa decisión popular haría obligante su cumplimiento so
pena de la violencia que es la última frontera. Nadie del régimen ni de la
oposición está por encima de la voluntad popular. Consultémosla, es hora…
Caracas, 14 de Febrero de 2020
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana