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sábado, 24 de diciembre de 2016

Lecciones de una Navidad destruida

Por Luis Manuel Aguana

“Ojalá que cambiemos todos, porque si no,
cambiar de Presidentes no cambiara nada.
Porque cambiar de Presidentes,
sin que cambiemos nosotros,
 es lograr que nada cambie jamás”
Carlos Sicilia,
No voy a apagar nada, 2002

Pudiera tomar la nota que escribí para la Navidad del 2011 (ver Navidad Con Presos Políticos, en http://ticsddhh.blogspot.com/2011/12/navidad-con-presos-politicos.html) y solamente cambiar los nombres de los presos políticos más relevantes de ese momento, y tendría un artículo con la misma o tal vez mayor vigencia que en ese entonces. Así de mal estamos pasando nuestras Navidades 5 años después.

Podría tratar de transmitirles un mensaje de fe y esperanza ante un futuro completamente incierto, pero les estaría faltando el respeto y además ustedes pensarían que les estoy insultando la inteligencia. No haré eso. Lo que si haré será invitarles a una reflexión, que también es lo que generalmente se hace en estos tiempos de final del año, muy en especial cuando hay hambre y necesidad. Y quien sabe si es eso lo que más necesitan nuestros corazones en estos momentos.

Los venezolanos tenemos que hacernos una pregunta obligada: ¿por qué hemos dejado que esta situación haya llegado tan lejos? O peor aún, ¿por qué no ha sido posible luego de tantos años sacudirnos tanta iniquidad? Muchos me responderán que es por culpa de los partidos, los militares, los cubanos, las traiciones, los corruptos, la falta de la famosa unidad, o una mezcla de todo eso y aún más.

Pero a ninguna sociedad le caen las 7 plagas de Egipto por nada. Algo debe estar pasando aquí de mayor profundidad para que el cuerpo social de este país no sane. Es algo tan simple como que un cuerpo con las defensas bajas se enferma más rápido y permanece enfermo hasta que esté bien alimentado y en condiciones para una vida normal. Y allí es en donde me daré una licencia navideña de esbozar una teoría que tal vez explique las razones del porque un país de la naturaleza del nuestro aún sigue gobernado por lo peor de su sociedad (pranes, delincuentes, narcotraficantes, corruptos, etc., etc., etc., tanto del gobierno como de su oposición) y la parte sana de ella, que somos la mayoría, permanece inerme y sin poder hacer nada exitoso que pueda cambiar esa situación.

Pero… ¿es en realidad la “parte sana” de ella? Alguno de ustedes tal vez recuerde a Carlos Sicilia, un humorista venezolano muy agudo, que en el 2002 escribió las razones por las cuales no se unía a una protesta cívica –un apagón general- en contra del gobierno de Chávez, expresándose en estos términos: El problema está en nosotros. Nosotros como pueblo. Nosotros como materia prima de un país. Porque pertenezco a un país donde la viveza es la moneda que siempre es valorada más que el dólar. Un país donde hacerse rico de la noche a la mañana pegando un Kino es una virtud más apreciada que formar una familia a largo plazo….Pertenezco a un país donde, lamentablemente, los periódicos jamás se podrán vender como se venden en EEUU, es decir, poniendo unas cajitas en las aceras donde uno paga por un solo periódico Y SACA UN SOLO PERIÓDICO DEJANDO LOS DEMÁS DONDE ESTÁN. Porque si aquí los vendieran así, El Nacional y El Universal quebrarían en solo 3 meses. Pertenezco al país donde las empresas privadas son librerías particulares de sus empleados deshonestos, que se llevan para su casa, como si tal cosa, resmas de papel, bolígrafos, carpetas, marcadores, y todo lo que pueda hacer falta para la tarea de sus hijos. Pertenezco a un país donde el turismo no progresa, no porque no tengamos bellezas naturales que mostrar sino porque nos cuesta conseguir venezolanos para los cuales la hermosa profesión de servir y atender visitantes no sea considerada una vejación y una humillación…”. Y exponiendo muchos otros rasgos de esa “viveza” del venezolano, remata con esta sentencia: “Ya basta. Como materia prima de un país, tenemos muchas cosas buenas. Pero todavía dejamos mucho que desear. Esos defectos, esa "viveza" congénita, esa deshonestidad a pequeña escala que después crece y evoluciona hasta convertirse en Recadi o en Cruz Weffer, esa calidad humana que en realidad es falta y carencia de toda verdadera calidad humana, eso, más que CAP o que Chávez, es lo que nos tiene real y francamente jodidos. No voy a apagar las luces, lo siento. Porque, aunque Chávez caiga hoy mismo, el próximo presidente que lo suceda tendrá que seguir trabajando con la misma materia prima defectuosa que, como pueblo, somos nosotros mismos. Y no podrá hacer nada, igual que no hicieron nada los adecos igual que no está haciendo nada Chávez…”(subrayado nuestro) (Carlos Sicilia, No voy a apagar nada, http://www.angelfire.com/extreme3/chavex/noapagon.html).

Muy contundente, pero debo indicar que estoy absolutamente en desacuerdo con el término “defectuoso” utilizado por Sicilia en su artículo. Denota “echado a perder” o “imposible de mejorar”. Sin embargo expone rasgos que forman parte de una conducta común de nuestra cultura, y que con la degradación moral y ética generalizada de estos últimos 18 años ha alcanzado niveles intolerables, que ciertamente paralizan cualquier intento de cambio en nuestra situación como país.

Y se supone que con eso que somos nosotros, debemos acometer una tarea monumental como cambiar a este régimen, que ya es difícil de realizar si fuéramos, como sociedad, todo lo contrario. ¿Es el venezolano una materia prima defectuosa? Yo no lo creo. Si fuera así, estaríamos condenados a no salir jamás de esta tragedia. Con un cuerpo social enfermo y sin anticuerpos ciudadanos no existirán nunca las condiciones básicas para que este sane.

Una vez me dijo un extraordinario psiquiatra que la terapia se fundamentaba en hacerle ver al paciente las raíces de su propia condición para que él mismo intentara el cambio hacia su sanación. Esto es, el médico no lo “cura”, en el estricto sentido del término, sino que a través de la técnica utilizada le hacía ver al paciente el camino que debía recorrer para que él mismo lo hiciera y lograra un cambio en su condición. Creo que es allí en donde se centra el drama de los venezolanos. Pero, ¿será posible realizar primero ese cambio en nosotros? ¡Yo apuesto por eso!

Me voy a traer de nuevo el “Cuento de Navidad” de Charles Dickens para extraer, como en otras ocasiones lo he hecho, algunas lecciones que salen de esta Navidad que nos han destruido. Para quien no la conozca, la historia cuenta de un viejo avaro y egoísta llamado Ebenezer Scrooge, a quien le disgustaba la Navidad. En tiempo de Navidad, es visitado por el fantasma de un antiguo socio, quien encadenado y macilento le advierte que debe cambiar su actitud ante la vida; y le informa que será visitado por tres fantasmas: el fantasma de las navidades pasadas, el de las navidades presentes y el de las navidades futuras.

Cada fantasma en su visita le hace ver a Scrooge lo que se había perdido en el camino de su vida tratando de convertirse en quien se había convertido, mostrándole cada escena de su existencia pasada y presente. Y al final el último fantasma, el de las navidades futuras, le muestra el futuro tenebroso que tendría de seguir su vida como iba, augurándole un final desolador para su muerte. Tal película de su existencia hizo que Ebenezer cambiara radicalmente su actitud, no solo ante la Navidad, sino ante la vida. Hermoso cuento, simple y directo, como todos los de Dickens.

Creo que a los venezolanos se nos aparecieron esos fantasmas, pero no cambiamos de actitud, y en consecuencia estamos viviendo en carne propia el espectro macabro de la muerte descrita por el fantasma de las navidades futuras de Dickens, pero todos los días del presente, de ese futuro que ya nos alcanzó. Seguimos pensando un retorno a un “pasado feliz”, que al final no lo era para una gran parte de la población. Eso es lo que nos está vendiendo la clase política tradicional. Debemos construir algo nuevo y no hay ninguna referencia más allá de lo que hemos sido y que muy bien describe Carlos Sicilia. Ya es tiempo de desterrar ese modelo, ese modo de ser del venezolano. Ya es hora de cambiarlo por otro mejorado como lo hizo el Scrooge del cuento de Dickens, porque la variable cambio es aquí la clave en toda esta ecuación. Y eso pasa por ver hacia delante, a lo que podemos ser y construir, no a lo que hemos sido y nos han destruido. Los invito a partir de estas Navidades a recorrer un nuevo camino pero esta vez sin ver por el retrovisor, pensando en un Proyecto de País distinto.

Y que mejor comienzo para ese cambio que el ejemplo de un niño que nació en Belén hace mas de 2000 años, en el seno de una familia tan pobre que no tenía nada más que lo que tenia puesto, debajo de un techo ajeno que nadie quería prestar, pero que al final impuso su impronta sobre toda la humanidad. Eso somos los venezolanos en la Navidad del 2016, esa familia pobre pero todavía bendecida por Dios. Y es por eso que tal vez ese Dios, en sus caminos misteriosos e infinitos, eligió para nosotros este desconsolador destino como una lección para que reflexionemos profundamente y cambiemos en serio, convirtiéndonos en los ciudadanos conscientes que nos hemos negado a ser. Aprender esa lección será la condición necesaria para fortalecer este cuerpo enfermo de la República. Y cuando eso ocurra, será muy fácil para la parte sana imponerse sobre la descompuesta, devolviendo la alegría de nuestras Navidades, para que nadie nunca más las pueda destruir…Cuídense mucho estas Navidades y que el Niño Jesús nos haga el milagro de hacerlas felices en cada hogar venezolano…

Caracas, 24 de Diciembre de 2016