miércoles, 7 de febrero de 2018

La Consulta Popular, la solución política latinoamericana por excelencia

Por Luis Manuel Aguana

No se hizo esperar la reacción en contra por la propuesta de la Alianza Nacional Constituyente de convocar a una Consulta Popular o Plebiscito para solucionar el grave problema político que enfrentamos los venezolanos, en contraposición al llamado electoral en el que está enfrascada la oposición oficial con el régimen de Nicolás Maduro. Siempre es difícil nadar en contra de la corriente cuando la clase política impone una matriz de opinión electorera en un país que cree en el voto.

Sin embargo el Plebiscito o Consulta popular ha sido un instrumento que se ha utilizado en Latinoamérica para resolver asuntos trascendentales en la historia de nuestros pueblos, siendo el último el realizado en Ecuador que puso fin a las intenciones continuistas de Rafael Correa por un mandato claro del pueblo ecuatoriano. Ese Plebiscito contó con 7 preguntas y sus anexos (ver ¿Cuales son las siete preguntas de la consulta popular y el referéndum en Ecuador?, en https://www.eluniverso.com/noticias/2017/10/03/nota/6413752/cuales-son-siete-preguntas-consulta-popular-referendum-ecuador).

Sin embargo es importante comenzar por la pregunta obligada que hacen a nuestro planteamiento que no es otra que el porqué es necesaria otra Consulta Popular cuando ya se hizo una el 16 de julio de 2017 y no se hizo efectiva, esto es, no la cobramos. Asimismo, porqué embarcarnos en una Consulta Popular cuando la urgencia es resolver primero la situación de hambre, comida, medicinas, violencia, y todos los etcéteras en la Venezuela destruida que tenemos ahora. Son naturales estas preguntas en el común de las personas que no ven una conexión entre lo institucional y político con los problemas inmediatos de la población. No explicaré esta conexión aquí, pero para aquellos interesados les sugiero leer mi primera nota del año 2012 “La institucionalidad: ¿Cómo se come eso?”
(http://ticsddhh.blogspot.com/2012/01/la-institucionalidad-como-se-come-eso.html) que les puede dar una respuesta clara a esa interrogante.

Lo primero que hay que decir responsablemente es que ningún problema que hay ahora en Venezuela se resolverá al instante de irse estos delincuentes que nos desgobiernan. Claramente la ayuda internacional será imprescindible para apaciguar en el primer momento las grandes necesidades de nuestra población. Pero esa ayuda solo servirá para que se comiencen a implementar las políticas que pongan de nuevo en movimiento todo lo que se ha destruido en casi 20 años. Y eso no será inmediato aunque Venezuela es un país con todas las condiciones.  

Por lo tanto decir que cualquier cosa que se emprenda debe resolver el hambre de entrada no es más nada que populismo disfrazado, dirigido a decepcionar de nuevo a este pueblo cansado de decepciones. Lo político e institucionalmente correcto es ofrecer un procedimiento de restablecimiento constitucional, con pasos definidos que si se siguen adecuadamente, conduzcan a la recuperación de la democracia y la libertad y por lo tanto a la normalidad en todas las áreas comenzando por las necesidades básicas.

¿Por qué es necesaria otra Consulta Popular? En primer lugar la consulta realizada el 16J fue principalmente dirigida a evitar que el régimen convocara una Constituyente sin  tener el mandato popular tal y como lo establece la Constitución: “¿Rechaza y desconoce la realización de una constituyente propuesta por Nicolás Maduro sin la aprobación previa del pueblo venezolano?”. Maduro hizo caso omiso al resultado de esa pregunta, que era la primera de la conocida trilogía y procedió con la elección constituyente trampeada del 30J, instalando de facto una Asamblea Nacional Constituyente inconstitucional que hay que desmontar. Y el único que lo puede hacer políticamente es el Soberano Pueblo de Venezuela, nadie más.

¿Y porque decimos políticamente? Porque ya legalmente el Tribunal Supremo de Justicia Legítimo con sede en Washington DC, declaró en su primera sentencia la nulidad de esa Asamblea Nacional Constituyente de Maduro, dando lugar a un rechazo unánime de la Comunidad Internacional a todos los actos emanados de ese ente. Sin embargo esa sentencia no se ha hecho efectiva en el ámbito formal de toda la administración del Estado en Venezuela.

Esa sentencia debe ser ratificada políticamente por el pueblo de Venezuela en un plebiscito para que se pueda continuar con la institucionalidad debida en el país. Acto seguido se le debe consultar al pueblo si desea efectivamente un proceso constituyente originario legítimo que rescate la institucionalidad del país, con el nombramiento, autorizado por ese mismo pueblo, de un Gobierno de Transición y Unidad Nacional, y la sustitución del resto de los Poderes Públicos, hasta una nueva elección general luego de la aprobación de una nueva Constitución.

Pero lo anterior no responde a la pregunta de cómo hacemos efectiva esa consulta que estamos planteando. Y eso es lo más importante de toda esta narrativa. ¿Ustedes creen que el régimen se dejará hacer una Consulta Popular como lo hizo el 16J? Obviamente que no. El 16J el régimen deliberadamente dejó a la oposición oficial hacer esa consulta SIN EL CNE. Pero ¿por qué lo hizo a sabiendas que sin su CNE trampeado la perdería? Esa es una de las jugadas estratégicas más importantes del régimen en su tarea de destrucción de la oposición. Al dejarnos hacer esa consulta el régimen sabía que los venezolanos saldríamos de las calles porque nosotros si creemos en el voto como instrumento no violento de dirimir nuestra diferencias. Pero no el régimen.

Al ganar esa Consulta Popular la Asamblea Nacional estaba en la obligación de cumplir el mandato del pueblo de nombrar un Gobierno de Unión Nacional. Pero el gobierno sabía que no lo harían. ¿Por qué lo sabían? Eso hay que preguntárselo a Julio Borges y el resto de aquellos que el 4 de julio nos dijeron en el Teatro Chacao que cumplirían el mandato de la sociedad civil. Tengo la teoría no comprobada de que negociaron antes eso con el régimen. Pero a la final quienes salieron muy desprestigiados fueron ellos y a favor del régimen, ya que eso provocó una de las decepciones mas grandes vistas en Venezuela después del 15 de agosto de 2004 cuando “perdimos” el Referendo Revocatorio de Chávez.

En esta oportunidad el planteamiento es diferente. Esta Consulta Popular no sería administrada por los factores partidistas sino de la sociedad civil con la participación de los partidos que lo deseen, y encabezados por las Universidades, con el apoyo de todas las Iglesias y los sectores más importantes del país. ¿Cuál es el planteamiento? Que se construya una “Gran Alianza por la Consulta Popular, la Unidad y Reconciliación” que presione dentro y fuera del país a través de todas las manifestaciones no violentas posibles, concentrando todos los esfuerzos para que se realice esa Consulta, con la observación internacional adecuada y las garantías electorales correspondientes, y utilizando la ayuda de toda la Comunidad Internacional, encabezada por quienes nos han manifestado que continuarían aumentando las sanciones al gobierno si no accede a una salida democrática, pacifica, electoral y constitucional, y que esperan que les demos una solución por la cual presionar desde afuera.

Pues bien, la solución que podríamos ofrecer desde la sociedad civil es esta. Ya la dimos el 16J y nos apoyaron. Si ahora todos presionamos pacíficamente desde adentro y la comunidad internacional desde afuera sobre un solo punto, el gobierno cederá porque la alternativa es el caos. Y en el momento que el régimen esté dispuesto a hablar, los términos de la negociación serán muy diferentes a los que está concediendo la oposición oficial en República Dominicana. Allí estaría negociando con sociedad civil en su conjunto, en su representación más genuina, los términos de su salida y a la vez la realización de esa Consulta con resultados exigibles, hecha por el conjunto social y no por los figurines que dicen representarnos y que consistentemente han vendido las posiciones opositoras de los venezolanos.

Los referendos han sido fuente de solución política y pacífica en Latinoamérica. En cada caso de la historia los plebiscitos han dado las soluciones en los momentos más oscuros de nuestros países. Nadie en Chile se paseo con medirse en elecciones con Pinochet en 1988. Plantearon un plebiscito acerca de la continuidad de su gestión en el gobierno.  “El llamado plebiscito constitucional de Uruguay de 1980 tuvo lugar el 30 de noviembre de ese año, en pleno régimen cívico-militar, y es considerado por Welp como un ejemplo típico de los referendos convocados por gobiernos autoritarios para tratar de legitimarse en el poder. La mayoría de los uruguayos -un 57,20% de los votantes- le dijo sin embargo No al proyecto de reforma constitucional sometido a refrendación por el gobierno de facto. Y, según historiadores y analistas, ese voto desencadenó el proceso de apertura democrática que llevó a la celebración de elecciones libres en 1984 y culminó con la llegada a la presidencia, en marzo de 1985, de Julio María Sanguinetti” (ver  Cinco referendos que han hecho historia en América Latina http://www.semana.com/mundo/articulo/cinco-referendos-que-han-hecho-historia-en-america-latina/496350)

¿Cuál será la razón por la que esta solución política por excelencia, que es la que se ha aplicado en toda la historia latinoamericana, no se esté debatiendo en este momento en Venezuela, observando asombrados a los sectores políticos decantarse por soluciones electorales a todas luces destinadas al fracaso y a la perpetuación del régimen? Eso debemos preguntárnoslo muy seriamente. Y lamento decir que la razón puede estar en los intereses de los grupos políticos más interesados, no en la solución de los  problemas de Venezuela, sino en la solución de los suyos. Ya es hora que nos impongamos como legítimos dolientes y asumamos la solución correcta.

Caracas, 7 de Febrero de 2018

Twitter:@laguana

lunes, 5 de febrero de 2018

La disyuntiva de Tillerson

Por Luis Manuel Aguana

Las recientes declaraciones sobre Venezuela del Secretario de Estado norteamericano Rex Tillerson se han prestado a las más diversas interpretaciones, desde las mas políticas hasta las más agresivas, que apuntan hacia una salida violenta de la crisis venezolana.

Lo cierto es que los Estados Unidos se encuentran en el dilema de no estar dispuestos a permitir que les pase de nuevo lo que les paso con Cuba, pero ahora mucho más grave con un país de las características del nuestro lleno de riquezas estratégicas, y mantenerse a la vez en una línea pacifica que no implique una intervención directa. Están buscando desesperadamente una solución política que apoyar, que no implique la continuidad de estos delincuentes. Y lamentablemente la oposición oficial no les está ayudando de ninguna manera a lograr eso.

¿Qué haría usted si estuviera en los zapatos de Tillerson, si ya tuviera información comprobada del colaboracionismo opositor y de las intenciones corroboradas del régimen de continuar en el poder a través de su mecanismo técnico-electoral trampeado? Apostaría por lo que hay, y eso son los militares. En este momento la palabra de la oposición oficial vale tanto para Washington como las del gobierno de Maduro: absolutamente nada. ¿Qué hace entonces el gobierno norteamericano? Apelar al último bastión: las Fuerzas Armadas. Y creo que eso sería un grave error, pero del cual la comunidad internacional y en especial los Estados Unidos no son responsables sino nosotros, que desde la oposición no hemos sabido plantear una solución política –con P grande- y democrática que ellos puedan apoyar, más allá que salir a hacerle el juego electoral al gobierno.

De acuerdo a una nota de Reuters, Tillerson sugirió la posibilidad de que las propias fuerzas armadas venezolanas tomen medidas: “En la historia de Venezuela y los países de América del Sur, muchas veces los militares son agentes de cambio cuando las cosas están muy mal y los líderes ya no pueden servir al pueblo”, sostuvo. “Si este será el caso o no, no lo sé” (Tillerson plantea opción de que militares venezolanos derroquen a Maduro, ver Reuters https://lta.reuters.com/article/topNews/idLTAKBN1FL6DQ-OUSLT).

Pero si lo sabe. De no haber una solución política no hace falta tener el aparato de inteligencia norteamericano para saber que el último bastión del orden son las Fuerzas Armadas, y que al momento de un derrumbe del régimen por todas las razones de inviabilidad que conocemos, quienes al final terminan recogiendo los pedazos rotos son los militares.

El gobierno de Maduro se asemeja a una olla de presión que no tiene escape de vapor y a la que se le está poniendo cada vez mas fuego exterior. Tarde o temprano terminara estallando. Lo que no desean los norteamericanos –ni nosotros tampoco- es que estalle sin control alguno porque el remedio podría ser peor que la enfermedad, y los militares están con el gobierno hasta que dejan de estarlo.

En una situación de desorden por caída del régimen debido al estado de caos e ingobernabilidad, cualquiera se puede alzar con el poder. Puede ser que los que vengan, por supuesto militares, propongan un cambio hacia la democracia pero puede también que no, como un reacomodo de narcosoles actuales que profundicen el mismo modelo pero sin Maduro.

El presionar por la salida del régimen sin una adecuada canalización hacia la libertad y la democracia de las fuerzas que se desaten por la vía de la presión interna y externa sería tan equivocado como dejarlos a que permanezcan en el poder, negociando diálogos con delincuentes. Entonces, ¿dónde estaría la solución?

Pensamos que la solución estaría en ofrecer una válvula que canalice esa presión externa que se le está aplicando al régimen que le de movimiento a un mecanismo constitucional que le permita al país pronunciarse en relación a qué hacer con el problema, dándole un chance tanto a las fuerzas de base que apoyan el gobierno, como a las que apoyan a la oposición. Y eso no son unas elecciones presidenciales, por mas constitucionales que estas sean, sino un pronunciamiento popular plebiscitario, medido con observación internacional y bajo reglas absolutamente transparentes con árbitros inobjetables. Esto es porque ninguna elección seria una solución con una Constituyente inconstitucional en funciones y con un poder electoral a las órdenes del régimen.

Indicaba en mi nota pasada (Una agenda alternativa para Venezuela, en http://ticsddhh.blogspot.com/2018/02/una-agenda-alternativa-para-venezuela.html) que cualquier elección debía pasar primero por desmontar el parapeto constituyente de Maduro como parte de un procedimiento de restablecimiento constitucional. Entonces ese procedimiento tendría como primer paso consultarle al pueblo ese desmontaje que genere las condiciones necesarias para reanudar la vida institucional del país para a su vez recuperar la vía electoral. En la Alianza Nacional Constituyente creemos que lo requerido ahora no son elecciones sino una consulta al pueblo para el rescate institucional. Preguntarle si desea o no una Constituyente, para restituir el derecho que Maduro conculcó al convocarla sin tener esa prerrogativa constitucional. Luego autorizar la designación de un Gobierno de Transición y Unidad Nacional, pero de la mano del pueblo en Consulta Popular.

Creemos que la presión nacional e internacional debe ir dirigida a lograr eso del gobierno, no para presionar simplemente por “Maduro vete ya” y que de la nada aparezca una Junta Cívico-Militar. Eso solo les conviene a quienes están en el juego de estar mejor posicionados para ubicarse en el lugar y la hora en el que la piñata caiga al suelo. Con una Consulta Popular realizada abiertamente con todas las garantías, el régimen tiene el chance de salir por la puerta del frente, al negociar ordenadamente su salida, e irse cuando un pueblo legítimamente representado en una Asamblea Nacional Constituyente decida una transición desde su seno. Allí no solo estarían las fuerzas de la oposición sino también las que representen al oficialismo legítimamente. Sería una caída controlada donde garanticemos lo que viene después (ver Caída Controlada http://ticsddhh.blogspot.com/2017/05/caida-controlada.html). Tampoco una elección, que es lo que están pidiendo a gritos, a nuestro juicio de una manera equivocada, no la garantiza nadie luego de un derrumbe sin control del régimen.

Ese es el tipo de solución que debería conocer el Departamento de Estado de Tillerson y la Comunidad Internacional para que desde afuera se presione al régimen para lograr esa solución. Ese es el tipo de cosa que desconocen los funcionarios norteamericanos porque ya los venezolanos dejamos de tener interlocutores válidos fuera del país, por lo que solo les resta a los personajes de la importancia de Rex Tillerson, la disyuntiva obligada de convocar a los militares para que “resuelvan esto” como alternativa final, porque “los lideres ya no pueden servir al pueblo”, como señaló. Pero no podemos conformarnos con cualquier solución porque ya este pueblo ha sufrido demasiado los errores de quienes nos dirigen.

En ocasión del decimoquinto aniversario del 11 de Abril de 2002, escribí el año pasado una nota dedicada a los caídos de ese día (ver “Vox Populi, vox Dei” http://ticsddhh.blogspot.com/2017/04/vox-populi-vox-dei.html), con la promesa de seguir luchando por hacerles justicia y colaborar por la recuperación de la libertad por la que ellos murieron. Ojalá que la memoria de ellos y la de cientos más que han muerto después del 2002 permitan que estas ideas lleguen a quienes deben llegar para que puedan ser igualmente evaluadas en beneficio de una verdadera solución pacífica y constitucional, a pesar de los múltiples intereses de los que se disputan el poder -los de allá y los de acá- pero sin pensar en las vidas que ha costado eso y las que todavía puede costar. Ojala que la Voz del Pueblo sea la Voz de Dios...

Caracas, 5 de Febrero de 2018

Twitter:@laguana