Por Luis Manuel Aguana
No hay nada peor que vivir en la incertidumbre. Los seres humanos necesitan un mínimo de conocimiento de su entorno para poder organizar sus vidas día a día, sin mencionar que ese entorno debería ser estable para que puedan crecer y desarrollarse. De allí que al terminar un año, el tiempo mínimo razonable que nos damos para tomar decisiones acerca de nuestras vidas, nos estemos preguntando si lo que viene será peor o mejor de lo que ya hemos vivido, en el mismo período del tiempo anterior, para tomar las mejores decisiones.
Este principio opera no solo para las personas, sino de igual manera para las familias, las empresas, y los gobiernos. Se hace al finalizar el año la evaluación para tomar decisiones, pero el factor clave que opera aquí es la certidumbre. ¿Y por qué lo digo? Tal vez con un ejemplo lo puedan apreciar mejor.
Una persona que en diciembre no sabe si tendrá trabajo en enero, porque al finalizar el año la empresa le comunicó que no sabrían si cerrarían por razones de la crisis económica, se comportará de manera muy diferente que aquel que razonablemente sabe, o tiene la certidumbre, que regresará a trabajar el mes siguiente para poder seguir manteniendo a su familia. Aquel que tiene certidumbre de su trabajo organizará su vida con base en esa realidad, pudiendo planificar su vida porque tiene la certeza –al menos inmediata- de que tendrá un empleo.
Y así podemos extrapolar el principio a otros terrenos de la vida. Una empresa que no tiene la certidumbre que tendrá sus insumos a un precio determinado, tomara decisiones completamente diferentes en torno al precio de sus productos que aquellas que saben de cierto que las materias primas de sus productos no se moverán. Un gobierno que deja que la incertidumbre le domine nunca podrá darle certeza de estabilidad política a sus gobernados.
La certidumbre es entonces un factor clave y fundamental en la ecuación del bienestar de un pueblo, por lo que es deber de todo gobernante, o de quien pretenda llegar a serlo, tratar de garantizarlo en la mayor cantidad de órdenes posible. Y me atreveré a decir más: aquel que no irradie certidumbre en su conducta difícilmente generará la suficiente confianza.
¿Por qué creen ustedes que las empresas buscan personal “con experiencia”? Porque de esa manera tienen la certidumbre de que ese trabajador hará el trabajo exigido y no vendrá a aprender, generando problemas y retrasos. Eso no significa que el no tener experiencia sea malo, sino que lo que buscan quienes necesitan emplear a alguien es productividad y eficiencia en el trabajo para corto plazo, sin el costo de una curva de aprendizaje.
Y ustedes me preguntarán, ¿y a qué viene todo este discurso de la certidumbre este último día del año 2023? Los venezolanos hemos visto degradar de múltiples maneras lo que el DRAE llama certidumbre, en su primera acepción: “1. f. certeza. Sin.: certeza, certitud, evidencia, verdad, seguridad, convencimiento, convicción” (ver DRAE, Certidumbre, en https://dle.rae.es/certidumbre?m=form).
Esto es, la certeza, la verdad, la seguridad, la convicción. En la Venezuela de hoy no hay certeza de nada para el año entrante, comenzando por la arena política, definidora de todo lo demás. Ejemplos: No hay certeza de que la candidata electa de la oposición se mida con el régimen en unas elecciones libres, justas y verificables; no hay certeza de si habrá o no elecciones; no hay certeza acerca de las acciones de la nueva oposición frente a un régimen que cada vez demuestra con hechos que va adelante en las “negociaciones” que está haciendo con la supuesta “oposición”; no hay certeza de si alguna vez se materializará el mandato del pueblo opositor el 22 de octubre, de desplazar de una vez a la oposición colaboracionista que perdió frente al pueblo, responsable de un interinato fracasado. Y eso solo para comenzar. Existe en todos nosotros al cierre de 2023 una completa incertidumbre hacia el 2024.
Permítanme ampliar un poco más la importancia del concepto de certidumbre aplicada a los grupos humanos organizados, y tal vez así este último día del año quizás –solo quizás- pueda llegar a ser de utilidad a alguien con el poder para tomar decisiones en la oposición.
A medida que se asciende desde el nivel del común de las personas hacia los tomadores de decisiones en cualquier grupo, vamos presenciando una continua degradación de la certidumbre en la cual operan los individuos. El común de las personas requiere de certidumbre para lograr ser productivos y lograr cosas en la vida, como lo mencionamos antes.
Estas personas comunes necesitan de lineamientos previamente establecidos por alguien que sabe lo que quiere y hacia dónde va (generalmente un jefe, un líder, un político en posiciones de gobierno). Debo hacer un aparte aquí: ese jefe o líder TIENE LA OBLIGACIÓN de saber adónde se dirige. Pero no hacia un objetivo genérico, como en el caso opositor, “salir del régimen”, sino que ese objetivo debe ser estratificado y cuantificado para lograr resultados tangibles, estableciendo metas claras que puedan seguir, entender y ejecutar quienes le siguen del común de las personas.
El común de las personas requiere, necesita, tener certidumbre, conocer con claridad y detalle que es lo que de ellos se pide, no una vaina etérea de “vamos a salir del régimen de Maduro”. NO. Necesitan a su nivel conocer cuáles son las acciones concretas que deben realizar, y es responsabilidad del líder establecer un mecanismo de seguimiento y control para saber si se cumplieron esas acciones. Desde el punto de vista sistémico, el común de las personas es cerrado al entorno, y debiera ser para ellos completamente transparente las variaciones que ocurran en un ambiente político cambiante.
Los líderes, quienes conducen al grupo, los niveles decisores de la acción política, deben, al contrario de la gente que se encuentra en la base de la pirámide, funcionar acorde con el ambiente, y respondiendo ante sus cambios permanentes para derivar de allí las decisiones que incidan sobre el comportamiento natural de la gente que los sigue. Los líderes Y NO LA GENTE son los que deben trabajar y convivir en la constante incertidumbre, atentos a lo que pueda suceder para tomar las acciones correspondientes, transformando incertidumbre en certidumbre para su gente. ¿Es eso fácil? ¡Por supuesto que no! Por eso tienen que ganarse el puesto de líderes.
A medida que la incertidumbre cambie a certidumbre a través de las acciones que tomen los liderazgos, las decisiones pasarán a ser del dominio cerrado de quienes manejan, en la base de la pirámide, la certidumbre como factor principal. Ese es el flujo continuo donde se convierte incertidumbre en certidumbre en los grupos humanos organizados.
Estos conceptos no son de ninguna manera nuevos, ni los inventé yo. Fueron desarrollados en las mejores escuelas de negocio y universidades del mundo en el siglo pasado y aplicados con éxito en organizaciones y situaciones complejas. Y aunque los entornos a donde se apliquen hayan cambiado, las personas siguen reaccionando de la misma manera. La diferencia radica en la velocidad de los cambios y la montaña de información que se maneja ahora, cosas que se pueden abordar en estos tiempos con herramientas que antes no existían.
¿Qué deberíamos esperar en el año que comienza? Sería bueno para comenzar que el nuevo liderazgo surgido el 22 de octubre comience por bajarnos la incertidumbre, asumiéndola y poniéndose al frente de ella, protegiéndonos de las distorsiones que produce, a los fines de llevar un colectivo a un triunfo que necesitamos desesperadamente.
Sin conocer toda la teoría anterior, Sir Winston Churchill le bajó la incertidumbre a los ingleses, hablándoles claro y con la verdad a la población, obteniendo la necesaria colaboración y actitud unificada de la gente para salir adelante, al definir con claridad qué era lo que podía ofrecer. Ese fue un caso único de conducción política intuitiva en el mundo. Esto lo logró con su famosa frase ante el Parlamento británico, “No tengo nada que ofrecer, sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, haciendo que cualquier cosa que le pidiera ese líder fortaleciera toda acción de resistencia frente al enemigo.
Otro ejemplo más reciente de generación de certidumbre aplicado por una dirigencia política es el demostrado por el Presidente Javier Milei en Argentina, al establecer claramente a su pueblo el problema que tiene el país, los responsables de la desgracia que viven desde hace mas de 100 años y las soluciones a aplicar desde que prácticamente comenzó la campaña presidencial, indicando claramente el nuevo rol que espera de su pueblo. Milei se hizo cargo e irradió certeza a los argentinos. Eso generó confianza y lo eligieron presidente. Al margen de todos los problemas que seguramente enfrentará su gobierno, el peso de la incertidumbre ya no se encuentra en el pueblo argentino sino en su liderazgo. Espero que estos ejemplos aclaren bien el concepto.
Me encantaría esa actitud de parte del liderazgo político venezolano, aunque lamentablemente estén acostumbrados al tipo de política que históricamente se ha utilizado en Venezuela, donde actuar contradictoriamente frente al pueblo, creyendo que no somos capaces de digerir la verdad, lo que logran realmente es crear altas dosis de incertidumbre Eso tiene que cambiar si queremos salir de esta tragedia. El 2024 podría ser un buen momento para comenzar.
El 31 de diciembre de 2018, tuve el atrevimiento de dar consejos de liderazgo a una incipiente “nueva generación de líderes políticos” que se haría cargo de la oposición de la Asamblea Nacional legítima a partir de enero de 2019. Jóvenes sin experiencia laboral alguna se hacían cargo de nuestro destino político. Todos sabemos cómo terminó eso (ver Por un liderazgo efectivo en el 2019, en https://ticsddhh.blogspot.com/2018/12/por-un-liderazgo-efectivo-en-el-2019.html).
Espero no estar cometiendo el mismo error sugiriendo hoy a esta nueva oposición un manejo acertado de la certidumbre. Decía en ese entonces que al liderazgo que le correspondería llevar la lucha opositora -o de resistencia- en el 2019 tendría la altísima responsabilidad de ser efectivo, dando algunos consejos para eso. Que años de fracasos no se podían seguir tolerando. Pero me equivoqué. Ni fueron efectivos y todavía estamos tolerando los fracasos de esos aprendices de brujo opositores. Sin embargo, como mencione el 24 de diciembre, los venezolanos seguimos aquí aguantando la pela porque somos resilientes, y creo que el consejo de fin de año de un viejo opositor, dado con la mejor buena intención y respeto, no le hace mal a nadie.
De nuevo, mis queridos amigos, seguidores y lectores de TICs & Derechos Humanos, mi más sincero agradecimiento por acompañar estas notas durante todo el año 2023, deseándoles lo mejor para el año 2024, y esperando –como siempre- que este si sea verdaderamente el año de la Libertad… ¡Feliz Año 2024!
Caracas, 31 de Diciembre de 2023
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